En las campañas electorales se presentan las propuestas más insólitas, inconsistentes, incluso absurdas; algunas rayan en lo estrambótico, otras simplemente responden a lógicas populistas rampantes, con fórmulas repetidas una y otra vez, con ideas que han demostrado no funcionar o que son simplemente imposibles de ejecutar.
Parece que los candidatos, de todos los niveles, se sienten habilitados para decir cualquier cosa en la búsqueda de votos; saben que la mayoría de posibles votantes no los castigarán por su demagogia, que el absurdo no será relevante para la decisión y, quien sabe, hasta pueden recibir apoyos; parecen asumir una falta de pensamiento crítico e inteligencia de quienes van a votar, además de vivir convencidos de esa recomendación de los asesores de campaña: que las apariencias son mucho más relevantes que la realidad.
Este proceso electoral se ha llenado de estas propuestas gracias a los incentivos creados para que participen muchos candidatos sin opción alguna para ganar, y que actúan impulsados por el afán de notoriedad, con la búsqueda del minuto de fama como un fin en sí mismo.
Algunas ofertas son inocuas, sea porque quien las presenta tiene poca acogida o carece por completo de relevancia, otras implican un peligro real porque promueven prácticas discriminatorias o abusivas o, incluso, porque ponen en evidencia desconocimiento o incomprensión de problemas complejos por parte de candidatos con opciones reales de ganar las elecciones.
No queda duda que pasará a la historia el discurso de Yaku Pérez ofreciendo exportar agua, dejando en claro que no entendía bien lo que implica la venta de futuros; Guillermo Lasso, al hablar de las mujeres jefas de hogar sin ingresos, dijo como algo positivo: “… se dedicará a cocinar (…) para ponerlos en un canasto y mandar a su hijo a vender estos productos en los campamentos de campaña”, dando cuenta de que no había contemplado las graves consecuencias asociadas al trabajo infantil; Andrés Arauz, como forma de promover el turismo propuso uno interno y ecológico “con jóvenes que aunque se contagien, casi no les pasara nada (me refiero al corononavirus, no)…”, así en una frase se volvió evidente que no percibía -o posiblemetne no comprendía- los riesgos asociados al contagio y las cadenas de transmisión del virus a personas vulnerables.
Siempre se podrá decir que son anécdotas de campaña, que para ganar se puede decir/hacer/ofrecer cualquier cosa que sume votos, algo que se corresponde con lo que esperamos de una campaña electoral; pero debería preocuparnos porque estas simplificaciones parecen dar cuenta de una incapacidad de entender la complejidad, juzgando los problemas a partir de una lógica binaria y de un reduccionismo que parece ser, y esto es lo grave, un signo del país y no solo de los candidatos.
@farithsimon