En medio de tanta irracionalidad en el planeta, resulta otra barbaridad, sin fundamento científico, el oponerse a la administración de la vacuna contra el covid-19. La gente tiene el derecho a disentir y a decidir si recibe o no, pero es bueno advertir que esto es de vida o muerte. Tomar conciencia que una persona pone en juego no solo su existencia sino la de los demás y eso resulta irresponsable.
Desde el comienzo de la pandemia y en vista de la urgencia, la comunidad científica se puso a trabajar intensamente en busca de la vacuna. Los escépticos no reparan que primero es la vida y que más riesgo tendrán los que no se administren y que creen en fórmulas no probadas. El argumento científico admite que todas las vacunas pueden dar efectos secundarios a algunas personas, lo que significa que funcionan. De cualquier manera, muchísimo mejor resulta tener una reacción a una vacuna que una infección por contagio, las profundas secuelas que dejan y en extremo la muerte.
La irracionalidad no solo se ve en países en vías de desarrollo, del África o de América Latina, sino también en el primer mundo. Quién podía pensar que EE.UU., la primera potencia del planeta, tenga el mayor número de contagiados y de muertos por la irresponsabilidad de una parte de sus ciudadanos y el mal ejemplo desde la Casa Blanca de un populista que hizo historia no solo por el tratamiento equivocado de la emergencia sanitaria sino que como republicano pero pésimo demócrata no aceptó la derrota electoral. Anticipó e instó a sus seguidores a la “toma salvaje” del Capitolio como nunca se había vivido, ni siquiera en la Guerra Civil en 1865.
Mientras existe gente que espera con ansiedad la llegada de la vacuna a sus países para recibir las dosis e inmunizarse, otras personas han anunciado que no se van a administrar, que han tratado de deslegitimar, sin fundamentos, el trabajo de la comunidad científica que con rapidez lograra en un tiempo relativamente corto. Es su decisión no vacunarse, pero también deben estar conscientes de los riesgos de sus vidas, de familiares y del resto por el contagio irresponsable.
Mientras unos luchan por sobrevivir con el fantasma de la muerte, otros trabajan para generar el caos y la confusión en medio de la crisis no solo sanitaria sino económica, social e institucional. Cómo se entiende que desde la justicia electoral insisten en dinamitar el proceso, con actuaciones y sentencias dudosas, y sospechosamente contribuyen al desorden en las elecciones, que de por sí no despiertan el interés ciudadano. Disponen la salida de vocales del CNE por sobre disposiciones vigentes reformadas (art. 270 de la ley) que expresamente prohíbe la destitución del cargo durante el proceso. Solo para atender a un candidato que no cumpliera a su tiempo con el mandato legal, como hiciera el resto.