Génesis 22, 1-13. Dios puso a prueba a Abraham: Toma a Isaac tu único hijo y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré. Obedeciéndole, aparejo a su asno, cortó leña y se puso en camino. Isaac rompió el silencio y dijo a su padre: Tenemos el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? Dios proveerá y luego erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo y tomó el cuchillo para inmolarlo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no le has negado ni siquiera a tu hijo.
Mateo escribe el primer libro del Nuevo Testamento que trasmite las enseñanzas de Jesucristo, resumidas en ese Dios del amor, incapaz de solicitar inmolaciones o sacrificios de vidas humanas.
La noche del 24 replicaron las campanas de la Iglesia de mi Barrio llamando a la Misa Navideña y recibí invitaciones de mis amigos cristianos para escuchar las palabras sagradas de sus pastores. Por favor, ¿no se comprende que estamos en plena pandemia del covid -19 declarada por OMS como una emergencia de salud pública y que son los templos justamente los más peligrosos para contagiarnos?
Comprendamos la existencia de ese Dios del amor, El que nunca va a querer sacrificar ninguna vida Humana. Convido a las autoridades eclesiásticas a cerrar las puertas de los templos hasta que pase esta epidemia y a trabajar en términos inmediatos para concientizar las mentes de nuestros fervorosos devotos.