Desde el retorno a la democracia en 1979, los presidentes y políticos de todos los regímenes han sido ‘satirizados’ en los monigotes del año viejo. Es una forma de expresión popular para rechazar las buenas y malas decisiones, las crisis económicas o los casos de corrupción.
Incluso, incinerar a los personajes políticos se ha vuelto una cábala, pues queda la idea de que al quemar a esa imagen política, se van las malas acciones que se han tomado durante en el año.
Por eso, el cambio de la zona donde antes se realizaba la exhibición de los viejos, de la Amazonas al sur de la ciudad, y el pedido a que no haya mensajes políticos ofensivos, por estar a las puertas una campaña electoral, incide en una tradición que lleva décadas.
El rechazo a los ‘paquetazos’ y al exceso de poder, por ejemplo, fueron temas recurrentes en los 80, con León Febres Cordero. Durante el régimen de Rodrigo Borja los ciudadanos se mofaban de los miembros de su gabinete.
En los 90 el nepotismo inspiró a los ‘viejos’ de esos años. Durante el gobierno de Sixto Duran Ballén, la fuga de su nieto en el avión fue un tema sonado. El ex presidente Abdalá Bucaram, la mochila escolar y su exilio en Panamá fueron los episodios más recordados.
Tras la llegada de Jamil Mahuad y la dolarización por la grave crisis económica fue el tema central de los monigotes. Los parientes de Lucio Gutiérrez, su cercanía a George W. Bush y su fuga en helicóptero también inspiraron.
Rafael Correa ha sido quemado en estos casi seis años. Y aunque el concurso tuvo cambios, nadie olvidará los casos polémicos. El monigote de la UNE hablará de los “ocho casos de corrupción”.