Martina, de 9, tiene clases virtuales de 08:00 a 12:00, con recesos de media hora. Foto: Archivo particular
En el colegio particular en donde estudia Martina, de cuarto de Básica, la regla es mantener encendida la cámara durante las clases virtuales. Si necesitan levantarse para tomar algún material o incluso para ir al sanitario deben apagarla.
A Martina le gusta la posibilidad de interactuar. Las profesoras les brindan directrices. Tienen clases de 08:00 a 12:00, con intervalos de media hora. La niña los usa para avanzar en tareas.
Andrea, la madre, considera que es positivo que la maestra pueda observarlas porque a veces se distraen. Al principio -cuenta- no sabían cómo reaccionar frente a las cámaras. “La apariencia es importante a su edad (9 años), así que notaba que buscaba estar arreglada. La profesora les dio confianza y les explicó desde el inicio cómo serían las sesiones a través de Zoom”.
Andrés Hermann es educador, especialista en nuevas tecnologías. La cámara -anota- permite tener una experiencia de mayor cercanía, para interactuar al mirar rostros. Incluso el profesor puede ver a través de las gesticulaciones y ademanes de los alumnos si están atentos y si van comprendiendo.
Para Hermann, es necesario construir acuerdos previos, además de comunicar los usos de las herramientas. Por ejemplo, él a sus estudiantes universitarios les indica en qué momentos todos tienen la palabra y cuando se apagan los micrófonos.
“Los profesores tienen que organizar cómo se trabaja en clases sincrónicas (en tiempo real) y asincrónicas”, dice este especialista. Le llama la atención que en las clases, a veces profesores permiten que niños divaguen y hablen de los gatos o de los abuelitos.
Daniela Valdez, profesora del Colegio Tomás Moro, también considera que mantener la cámara encendida permite acortar las distancias entre ella y los alumnos. Pero comenta que a veces ocurre que cuando todos las tienen activadas pareciera que la sesión en Microsoft Teams se hiciera mucho más lenta.
Por eso les pide a sus alumnos de noveno de básica, décimo y tercero, es decir de 13 a 16 años, que enciendan la cámara para las tutorías. Es un espacio más informal, para conversar sobre cómo se sienten.
“No se ponen nerviosos con las cámaras encendidas. Son una generación que nació con la tecnología, se exponen en Tik Tok y YouTube”.
En sus clases de lengua y literatura analizan en tiempo real poemas, por ejemplo. Usan Whiteboard, pizarra digital, o corrigen textos en Word. Todos tienen la opción de encender el micrófono o usar el chat para dialogar.
Para Diego Quezada, psicólogo y catedrático, el pedir que los chicos enciendan sus cámaras es una forma de manejo conductual. Pero los profesores -opina- deben tomar en cuenta el ‘pánico escénico’ que sienten algunos. Temen ser molestados. Pide probar con opciones como quiz y cuestionarios en Google Form y otros métodos para confirmar que atienden.