Un barco se hunde en alta mar, el capitán consciente de que no llegará ayuda a tiempo pide a la tripulación y a los pasajeros que se preparen para bien morir. Pregunta si hay un sacerdote; no hay. Un rabino, un pastor o una monja; no hay. Desesperado pregunta por alguien que sepa algo que se hace en la iglesia; se adelanta un avaro y, relamiéndose, recoge la limosna.
Es una historia humorística y el humor se construye con el absurdo. ¿De qué le iba a servir al avaro incrementar algo su riqueza si estaba a punto de morir? Sin embargo, la historieta ilustra lo que nos pasa a los agobiados ecuatorianos que vivimos el espectáculo absurdo de la corrupción robando en la compra de víveres para los hambrientos, medicinas para los enfermos y fundas para los muertos. Es como patear el jarro del mendigo para robarle las monedas.
Absurdos son los proyectos de ley que pretenden cobrar impuestos a los damnificados para financiar al aparato culpable de la tragedia. Reclamar contribuciones a los ciudadanos y a las empresas, llega hasta la afrenta si comparamos con todos los gobiernos del mundo que ofrecen préstamos, ayudas, subsidios a los desempleados y a las empresas en peligro. Parte del absurdo es la oferta de rebajar el sueldo de quienes sabemos que no viven del sueldo, y también el espectáculo de los políticos en la Asamblea que ha juntado a la derecha con el populismo por razones opuestas y ha reconciliado a los que se proclaman víctimas con los que tildan de carceleros.
Es absurdo el espaldarazo de un embajador a un político nacional y la felicitación a un ministro por haber tomado los escasos recursos disponibles para pagar a los acreedores para obtener el favor de los prestamistas y, en definitiva, más endeudamiento. No es necesario eliminar instituciones y funcionarios inútiles, mientras los ciudadanos toleren impuestos y los prestamistas nos califiquen como buenos pagadores. Es absurdo el espectáculo de funcionarios reclamando la eliminación de instituciones que estorban y consumen presupuesto injustificadamente, mientras otros defienden a los pipones y a los amigos que pueblan oficinas inútiles, desde el ministerio de los mariachis hasta la secretaría anticorrupción. El absurdo parece haberse instalado como gobierno cuando se asegura que están en estudio las reformas que ofrecieron al comienzo y repiten cuando ya se les acaba el período.
Sobreviviremos al coronavirus y a la crisis económica; surgirán nuevos modelos de negocios que reemplazarán a los que desaparezcan y los nuevos atraerán los capitales. El virus ha desatado ya el comercio digital, la consulta médica a distancia, el teletrabajo y las videoconferencias. La explosión digital, provocada por el miedo al contacto físico, provocará la transformación de los sistemas de pago, el management, el transporte y la distribución, el control y la seguridad, la publicidad y la educación. A todo sobrevivirá el mundo, menos a gobiernos inútiles, corruptos o anticuados.