Freddy Alcocer entrega a diario agua a los agentes, policías y militares. Piensa que los gestos levantan el ánimo. Fotos: Diego Pallero / EL COMERCIO
Tras unos lentes de marco oscuro brillan los ojos verdes de John Pérez, un pequeño que lleva siete de sus 13 años padeciendo insuficiencia renal y sometiéndose a tres diálisis por semana.
En medio del miedo generalizado que hay en el mundo de contraer covid-19, él se siente seguro detrás de dos mascarillas, bajo una bata de uso hospitalario y sujetando la mano de su madre. Está abordo de una camioneta del Cuerpo de Bomberos de Quito y pese a su cara cubierta, al ver sus ojos se puede adivinar que sonríe.
Saluda a Bárbara Rodríguez, subteniente de esa institución, antes de subir al carro recientemente desinfectado. Con una salud tan frágil, contar con el trato amigable y un viaje seguro desde su casa en El Placer hacia el Hospital Baca Ortiz es para él motivo de alegría.
Una camioneta de Bomberos lleva a John, Normita y a sus madres al Baca Ortiz.
“Esta ayuda nos beneficia mucho porque somos muchas personas de diálisis que no tenemos auto propio y no tenemos para un taxi. Sin esto, tendríamos que irnos a pie”, dice. Su madre lo confirma y recuerda que el primer día sin transporte público, fueron caminando y ella debió cargarlo porque John no puede andar largas distancias.
Los bomberos hacen turno de cuatro días completos y descansan ocho. Hay equipos que llevan a diario a 15 niños desde sus casas hacia el Baca Ortiz para que reciban su diálisis. Luego los regresan a casa.
Rodríguez cuenta que a pesar de que en general su trabajo es proteger a la población, esta labor en tiempos de restricciones y miedo es importante porque en estas circunstancias sale el lado más humano de la gente. Ayudar a los más vulnerables llena el corazón, dice.
John se emociona al llegar a la calle Letamenti, en el barrio Santa Lucía, más arriba de El Tejar. Saluda con cariño a la pequeña Norma Vega, una niña de cuatro años a quien conoció en la diálisis. Sus manitas se pierden entre el tul de los guantes que las protegen.
Cuando llegan al hospital, las madres y los niños se despiden agradecidos de los bomberos, con quienes volverán a encontrarse cinco horas después.
También hay miembros de la Policía Nacional que trasladan a pacientes que deben someterse a diálisis o quimioterapia, cuenta el teniente Danny Carvajal, del Grupo de Operaciones Motorizadas. Muchos intentan llegar de algún modo a la población vulnerable y coordinan con las jefaturas para ofrecer ayudas. Hay casos de policías que han ayudado a mujeres en labor de parto.
Aunque su principal función es velar por la seguridad, cree que el lado humanitario en estos tiempos es parte de la labor de la Policía. A diario, junto al cabo segundo Javier Paz y otros compañeros van a los supermercados de Conocoto y controlan la distancia entre la gente en las filas.
Danny Carvajal ayudó a Bertha Velasco a entrar primero a hacer sus compras y la ayudó dentro el supermercado.
Cuando ven a personas de la tercera edad, como Bertha Velasco, las llevan al inicio, entran con ellas al local y si necesitan, les ayudan a hacer las compras. Algunas personas no tienen auto, pero ellos coordinan con patrulleros para llevarlos de vuelta a casa.
El jueves, por ejemplo, se encontraron con una mujer que no sabía leer y en esos momentos es cuando más se sienten llamados a ayudar. Carvajal afirma que lleva 21 días sin ver a sus hijos y sin abrazar a sus padres. Periódicamente les llevan compras, pero al ayudar a la gente en la calle sienten que de algún modo lo hacen también a la familia que extrañan.
En las calles hay mucha gente trabajando para que las familias se queden en casa. Eso es algo que agradece Freddy Alcocer, médico veterinario, que a diario saca decenas de botellas de agua y reparte entre los policías, militares, agentes que hacen operativos de control en varias vías de la ciudad.
Él vive en el Balcón del Valle y reparte su donación cuando pasa por controles en la Simón Bolívar y la Autopista General Rumiñahui y otros puntos.
“Mucha gente me dice ellos ganan sueldo y lo sé, pero el Ecuador es uno solo y ellos están arriesgando su vida por nosotros. Con lo que podamos contribuir, levantamos el ánimo de las personas”, finaliza.
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