Una casa de madera es la residencia de Carlos Díaz y su esposa Dargelia Calzaluzano. Viven en la parroquia Chical, en Carchi, en la frontera con Colombia. Él es jornalero y ella prepara caldos de gallina que vende en la feria del pueblo de los jueves.
La pareja no tiene un trabajo fijo, por lo que de vez en cuando se dedica a ‘fumigar’ los cultivos de coca que se ubican en el lado colombiano y son visibles desde Ecuador. Díaz cuenta que después del ataque de Angostura, que el jueves pasado cumplió cuatro años, los ‘guerros’ (guerrilleros de las FARC) siguen llegando al poblado ecuatoriano, pero lo hacen vestidos de civil, sin fusiles ni uniformes. “Vienen a hacer compras. Usan ponchos y sombreros como los campesinos. No traen armas y hasta conversan con nosotros”, comenta Díaz.
Tallambí es la población colombiana que está separada de Chical por un puente de madera, de no más de 50 metros. Por allí pasan los colombianos para vender leche y vegetales. Pero también para comprar víveres y abastecerse en las tiendas ecuatorianas.
En el poblado, como en la mayoría de comunidades fronterizas de Colombia, no existen unidades militares ni policiales. “Aquí las FARC son la autoridad y las cosas no han cambiado mucho desde hace años. Solo que ahora ya no pasan armados”, dice el campesino Jairo Montes.
“Muchos de los que cruzan pueden ser guerrilleros. Pero mientras no vengan con armas ni cometan delitos, no se les puede detener”, sostienen los militares. Sin embargo, si hay una incursión de un grupo ilegal armado a territorio ecuatoriano, los militares tienen orden de disparar.
En el lado ecuatoriano, entre tanto, la vigilancia del cordón fronterizo (Esmeraldas, Carchi, Sucumbíos) está a cargo de las Fuerzas Armadas. Es responsabilidad de la Fuerza de Tarea 1, integrada por el Grupo 1.4 Esmeraldas; el Grupo 1.3 Andes; y también por el Comando de Operaciones Amazonas.
El general Wágner Bravo, comandante de la Fuerza de Tarea 1, explica que actualmente hay cerca de13 000 hombres en el control. “Después de Angostura, las FF.AA. tenemos una preparación que permite cumplir con las operaciones de protección de fronteras y de defensa de la soberanía territorial”.
“La cobertura en la zona norte va desde el río Mataje, en la desembocadura de Palma Real, que es el punto más occidental que tenemos, hasta el sector de Huepi, en la frontera con Colombia”, añade Bravo.
Al igual que en Chical, en Tufiño, Maldonado y El Carmelo el ingreso de los colombianos es diario. En las cuatro parroquias carchenses hay destacamentos militares. La más poblada es Chical (3 500 habitantes); además es la más comercial. Cuenta con dos tiendas grandes, escuelas, un hotel, un puesto de policía comunitaria, oficina de registro civil, guarderías, etc.
Frente al Carchi, del lado colombiano, operan la columna móvil Mariscal Sucre y el Frente 48 de las FARC, explica el mayor Freddy Proaño, oficial de Operaciones del Grupo de Tareas 1.3 Andes. El Grupo Andes está integrado por el Batallón de Infantería Motorizado No. 39 Galo Molina, de Tulcán, y el Grupo de Caballería Mecanizada Yaguachi, de Ibarra. Vigilan la frontera en Carchi (excepto en Tobar Donoso) y parte de Sucumbíos.
Una topografía difícil
“Realizamos patrullajes continuos y controles móviles diurnos y nocturnos”, refiere el teniente Camilo Aguirre.
El control se hace a pie porque la geografía impide divisar detalles desde el aire. Mientras en Chical y La Bonita la vegetación es selvática y el clima caluroso, en el Chiles y Tufiño, cerca de Tulcán, por ejemplo, el terreno es irregular y el clima frío.
En Maldonado el recuerdo de la visita de los subversivos se refleja en un grafiti. Asimismo, la población ecuatoriana está separada por un puente de San Juan de Mallasquer, en Colombia. Después de la incursión del 2008, en la que murió Raúl Reyes, número dos de las FARC, los ‘bravos’ no llegan como antes, cuenta Zoila Martínez.
“Los guerrilleros optaron por las vacunas (extorsión económica que exige la guerrilla a los habitantes fronterizos). Yo estuve a punto de regresarme a Ibarra pero la instalación de un destacamento militar me detuvo. Ahora las cosas están ya tranquilas”.
El destacamento de El Carmelo tiene su área de influencia desde la Guaña, en Carchi, hasta La Bonita, en Sucumbíos. Según sus pobladores, la calma llegó con la infraestructura vial y la presencia de la fuerza pública.
“Las vías asfaltadas permiten que haya un mejor comercio entre las poblaciones fronterizas y hace que los grupos irregulares huyan a la montaña”, dice Alfonso Cuchasqui. Los enfrentamientos en La Victoria (poblado colombiano fronterizo) no se escuchan desde hace años.
“Acá ya no se escucha nada. Ni en las fiestas (de El Carmelo, hace dos meses) hubo muertos. En otras ocasiones había una o dos víctimas porque venía gente mala del otro lado y se armaban riñas”, añade.
Con la recuperación de la capacidad operativa, cuatro años después del ataque de Angostura, las Fuerzas Armadas ecuatorianas fortalecieron su presencia en la frontera norte.
Los caminos fronterizos facilitaron el control
Ahora hay transporte público y privado a toda hora en la frontera norte. Apenas se tiene que viajar 40 ó 50 minutos en auto desde Tulcán, para llegar a Chical, al oeste de Carchi. Hasta hace dos años se tardaba hasta tres horas, afirman los moradores de los lugares aledaños.
Según los militares, hoy tienen más trabajo porque realizan control de armas, operativos antidrogas y también de contrabando, pues en este tiempo son más los automotores que circulan por la vía asfaltada entre Tulcán, Julio Andrade y El Carmelo.
Pero la carretera asfaltada que llega al pueblo no se conecta con el paso fronterizo no reconocido que une a El Carmelo con San Antonio, población colombiana que también está cercana al corregimiento La Victoria.
Este supuestamente controlaba la guerrilla.
En este paso fronterizo, que también tiene un puente de madera por el que circulan peatones, motos y vehículos 4×4, hay control militar ecuatoriano durante las 24 horas.
Mientras que al oeste de Tulcán, la población colombiana de Chiles, fronteriza con Tufiño, en Ecuador, está tranquila.
Los hostigamientos, enfrentamientos, muertes, exilios, de uniformados y de pobladores, se acabaron desde que la Policía colombiana construyó un búnker. En esa población viven más de
3 000 personas.
Hasta hace cinco años los hostigamientos eran periódicos: cada mes o cada 45 días, porque la Policía no tenía un cuartel. Ahora la Fuerza Pública tiene un búnker y la carretera también ha sido asfaltada. Muchos de los pobladores que habían huido hace algunos años por las amenazas de la guerrilla han retornado recientemente a sus hogares.
Informe del Comando
Según un informe del Comando Conjunto de las FF.AA. ecuatorianas, en el 2010 se descubrieron 126 bases clandestinas de las FARC, especialmente en Sucumbíos y Esmeraldas, 61 bases menos que en el 2009.
Pese a que se redujo el número de refugios temporales –como califican las FF.AA. a estos campamentos–, el promedio de hallazgos se mantiene con relación a los años anteriores.
Entre el 2003 y el 2007, descubrieron 117 bases por el reducido número de operaciones. Según los militares, el año pasado se realizaron 12 operaciones en la frontera norte, 207 acciones tácticas, 5 687 patrullajes y se utilizó 7 000 militares al mes.