La Agencia de empleos La María funciona en una pequeña oficina. Las mujeres se sientan a esperar una llamada. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
En los 20 años que Nancy ha trabajado como empleada doméstica, es la primera vez que pasa tanto tiempo sin un trabajo fijo. Hace pocos días cumplió un año en el desempleo. Ha tenido trabajos esporádicos y temporales en estos meses, pero lo que gana no es constante y resulta insuficiente para cubrir los gastos de manutención de dos niños.
Casi todos los días acude desde temprano a las oficinas de la agencia de empleos La María. Allí junto a otras mujeres espera ser contratada en alguna casa u oficina que requieran de sus servicios. El lugar es una bolsa de empleo para trabajadoras domésticas que funciona hace 27 años en Quito.
Mientras llega el día de ser contratada, Nancy obtiene ingresos limpiando casas por un día o vendiendo comida en la calle. Por lo primero solía cobrar USD 30 hasta hace un año, pero ahora lo máximo que recibe son USD 20 y en ocasiones le han querido pagar USD 10. Asegura que las tarifas bajaron debido a la alta presencia de trabajadoras extranjeras, que cobran mucho menos.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en diciembre del año pasado se registraron 1 034 958 mujeres con empleo pleno; es decir, 48 905 perdieron un trabajo formal.
La responsable de la agencia La María, Mónica Farías, explica que en los últimos años ha sido más difícil ubicar al personal, especialmente si pasan de los 40 años de edad.
En la actualidad, cada mes dos mujeres logran conseguir un empleo fijo. Además, con más frecuencia se demanda de empleadas a tiempo parcial o por días, en lugar de algo permanente.
Parte de la población que se perdió sin trabajo se quedó en casa al cuidado de los hijos. Eso se evidencia en el aumento de los trabajadores no remunerados del hogar, en otro hogar o ayudantes no remunerados.
En el 2018, 560 656 mujeres se encontraban en esta condición, mientras que hora son 624 756, lo que representa un aumento de 64 100 personas. En el caso de los hombres, por el contrario, la participación en este segmento se redujo.
Un factor que explica esta situación es que las mujeres que son madres y perdieron su empleo optaron por quedarse en casa cuidando de sus hijos, mientras encuentran un trabajo. “Así ahorran el gasto de guardería”, reflexiona Andrea Muñoz, abogada laboral.
Una madre tiene más dificultades en ser contratada, ya que existe una errónea percepción de que no podrá responder a sus tareas de la misma manera que un hombre y, al estar en edad reproductiva, traería costos adicionales para la empresa en caso de quedar embarazada, agrega Nivea Vélez, representante de la Confederación de Organizaciones Clasistas Unitarias de Trabajadores (Cedocut).
“Algunas causas limitan la participación de las mujeres: salarios diferenciados con los hombres, dificultad para conciliar el trabajo remunerado con el no remunerado. Las mujeres han precarizado sus condiciones laborales porque tienen que adaptarse a su rol de madres, por eso trabajan por horas y se las encuentra en la informalidad”, describe Vélez.
En las zonas urbanas, la tasa de empleo adecuado en mujeres es del 39,8%, mientras el empleo no remunerado se ubica en el 8,2%. Pero en las áreas rurales el índice de trabajo adecuado apenas llega a 12,2%, en cambio, el de empleo no remunerado es del 38,8%.
En cuanto a los ingresos, un hombre con empleo percibe en promedio USD 345,50 y una mujer, USD 292,70.
Créditos especiales para emprendedoras, programas de capacitación y manejo agrícola, inclusión laboral para las mayores de 40 años de edad, son algunas de las opciones que plantea Vélez para reducir la brecha laboral.
La experta Carla Cisneros ve necesario impulsar nuevas formas de contratación que permitan adaptar las actividades familiares con la oficina, como es el teletrabajo.
Este mecanismo permite laborar fuera de la empresa de manera parcial o total y gozar de todos los beneficios laborales en el país, acota Cisneros.
María Cecilia Holguín es una de las fundadoras de Lila Working Moms, una bolsa de empleo para madres.
El proyecto arrancó en noviembre del 2016. El día del lanzamiento, alrededor de 2 500 mamás aplicaron a una vacante. Actualmente, 38 han conseguido una plaza de trabajo y se espera duplicar el número de beneficiarias en el 2020.
La bolsa se encarga de filtrar las hojas de vida de las aspirantes y establece la relación con la empresa que requiere cubrir una vacante.
María Cristina Toapanta es una de las mamás que obtuvo un empleo a través de Lila. Se reincorporó al mercado laboral luego de siete años de estar al cuidado de sus hijos. Para ella, la experiencia fue positiva, porque le permite atender dos aspectos fundamentales en su vida: el hogar y la oficina.