La reserva tiene un remanente de bosque nativo y un sistema lacustre. Fotos: Xavier caivinagua para EL COMERCIO
La Cooperativa Paraíso del Azuay y su entorno constituyen una importante zona húmeda de la parroquia cuencana de San Joaquín, en Azuay. Posee un reducto de 138 hectáreas de bosque nativo de páramo.
Al lugar se accede en auto por la vía San Joaquín-Sayausí y a 15 minutos se toma una carretera de tercer orden. El vehículo llega solo hasta El Mirador, que es el punto más cercano de ingreso al bosque y de allí se avanza a pie.
La puerta de entrada es un copioso bosque de pino, una especie introducida hace más de 20 años mediante campañas de reforestación con instituciones públicas. La cooperativa nació en 1977, con 22 socios, y un área comunal de 324 hectáreas de bosque primario.
Ahora, 43 años después, el bosque ha quedado reducido a 138 hectáreas, porque los estatutos internos establecen que cuando uno de los socios fallecía, los hijos pueden heredar o vender el terreno, pero ya no tenían derecho a ser parte de la cooperativa.
Según Benigno Farez, uno de los nativos de la zona, los nuevos dueños talaban el bosque para ampliar la frontera agrícola o convertirla en pastizal. “Lo que queda es un remanente de bosque nativo ubicado en la parte más alta, de propiedad de ocho socios”, dice.
Desde hace más de un año, los socios de las dos juntas de agua que se abastecen de esta cuenca hídrica gestionan ante las autoridades nacionales y locales (Junta Parroquial de San Joaquín, Municipio de Cuenca, Prefectura de Azuay, empresa Etapa y Ministerio de Ambiente) que ese bosque sea destinado a la conservación.
Mientras se camina por los improvisados senderos, el agua brota de las vertientes. En la parte baja alimenta a los ríos Liñate y Cáñaro. Estos, a su vez, abastecen del líquido a los sistemas de agua potable y riego de San Joaquín y Cuenca.
Es una especie de humedal que colinda y recibe la influencia ambiental del Parque Nacional Cajas. Las escorrentías de agua están en la parte más alta, denominado Boca de Pescado, hasta los 3 600 metros de altitud, en el páramo.
Allí no hay sembríos, pues aún la gente respeta el límite de la frontera agrícola. A la cima se llega tras dos horas de caminata y es el mirador perfecto para contemplar la belleza del paisaje, los valles, la ciudad de Cuenca y las parroquias vecinas de Sayausí y Baños.
“Queremos que se declare zona afectada por la deforestación, para que en lo que queda del remanente de bosque se construya un jardín botánico o un parque ecológico”, dijo Juan Pablo Jarama, presidente de la Junta de Agua Paraíso.
En flora también predominan los huicundos y musgos que retienen el agua y evitan la erosión. El bosque es un regulador hidrológico y climático. En fauna se han identificado animales como venados de cola blanca, tapir andino, lobo de páramo, conejos, aves, pavas y anfibios.
No importa quiénes son los dueños de este bosque; lo trascendente es su preservación por su riqueza en flora y fauna. Es un ecosistema importante para Cuenca y la humanidad”, dijo Jarama. En la actualidad, los ocho socios ya se han dividido las 138 hectáreas.
Por eso, la preocupación de Farez, Jarama y decenas de comuneros de San Joaquín es que las instituciones públicas que tienen que ver con este tema no se preocupen ni prevengan el posible avance de la deforestación. “Falta responsabilidad en el tema ambiental”, coincidieron estos azuayos.
Las familias de este sector viven de la siembra de hortalizas y de la ganadería.
En invierno la temperatura promedio es de 7 grados centígrados. En verano, en cambio, llega a los 20°C.
En las zonas aledañas habitan 2 000 habitantes. Pertenecen a la parroquia San Joaquín.
Los habitantes se identifican como campesinos o indígenas kichwas, descendientes de los cañaris.