Nathaly Herrera, arquitecta urbanista, conversa con Milton Balseca, de la EEQ, sobre las aves de las cinco centrales. Foto: David Landeta / EL COMERCIO
‘Cae la noche y una alfombra de luciérnagas aparece en el camino de la quebrada”, cuenta Nathaly Herrera, arquitecta urbanista y encargada de la recuperación paisajística de la central hidroeléctrica Guangopolo. Y mientras señala con el dedo índice el lugar, agrega que en el día se llena de pájaros brujos, pinzones azafranados, mirlos…
Ese corredor ecológico discurre en medio de las tuberías, el cuarto de máquinas y el embalse de esta estructura de generación eléctrica, ubicada en el sector La Armenia (Centro-oriente de Quito). Esa obra, de tecnología japonesa, tiene una potencia instalada de 21 MW.
Más abajo, en la parte donde se ensancha el río San Pedro, se observa un peñón horadado por cuevas antiquísimas que son refugio de gallinazos; allí está una de las dos colonias que queda en el Distrito de Quito. También hay quilicos y halcones peregrinos.
Mientras que en el embalse de la central de generación nadan aves migratorias (como cerceta aliazul, playero manchado, y otras); en el centro, donde está la pagoda, hacen nido los patos andinos.
En los contornos, las plantas nativas se abren paso en medio de la hierba mala.
En febrero comenzó la recuperación del entorno paisajístico de esta y las restantes cuatro centrales hidroeléctricas que la Empresa Eléctrica Quito (EEQ) tiene en el Distrito: Pasochoa, Los Chillos, Cumbayá y Nayón. Entre todas, incluyendo la de Guangopolo, generan 97,3 MW.
Cada una está ubicada estratégicamente, desde los 3 331 msnm (Pasochoa) hasta los 2 240 msnm (Nayón). Juntas, forman una cascada que gracias al recurso hídrico y al desnivel entre los reservorios y las casas de máquinas permite la generación de energía, menciona Milton Balseca, director de Energía y Participación Socioambiental de la EEQ.
La investigación sobre el potencial de esos enclaves hidroeléctricos no se quedó en el cajón. Jaime Bucheli, gerente general de la EEQ, se empeñó en que ese proyecto de recuperación y protección del patrimonio natural se ejecute en beneficio de la comunidad.
Y en junio salieron al campo, para recuperar las áreas donde se encuentra la flora nativa y proteger la fauna de la zona. Herrera dice que sobre todo se enfocaron en las aves, porque son indicadoras biológicas de la salud de un ecosistema.
El plan de recuperación paisajística arrancó en Guangopolo, donde los trabajadores del lugar se empoderaron del cuidado. Incluso, con materiales reciclados y en desuso, fabrican mobiliario para los espacios verdes. Hay bancas y mesas hechas con troncos de árboles secos, por ejemplo.
Paralelamente, se trabaja en la regeneración de la central hidroeléctrica Pasochoa. Allí se encuentran cóndores, águilas, búhos, zorros andinos, zorrillos, chucuris, conejos; y una variedad de flora como bromelias, orquídeas, helechos, mora, pumamaqui, aliso, lechero, salvia de Quito, pukakasha.
En la de Los Chillos están las gaviotas reidoras, tiranos melancólicos, colibríes jilgueros, carpinteros… También se observan acacias, jacarandás, camotillos, yanaqueros, saucos, santamarias, shanshis.
Mientras que, en Cumbayá se encuentran mariposas, jilgueros, mirlos, golondrinas, serpientes y reptiles. Y en Nayón habitan búhos y colibríes.
Con esa variedad, agrega Herrera, fue posible proponer la declaración de estas áreas como patrimonio natural de la EEQ, porque son un aporte al tejido del subsistema metropolitano de áreas protegidas.
Esa conformación de flora y fauna no solo mejora el aire, también contribuye a la calidad del agua y la mantención del recurso hídrico.
Las poblaciones cercanas a las cinco centrales son las más beneficiadas. Cuendía está cercana a Pasochoa, Selva Alegre y Loreto están próximas a Los Chillos, mientras que, en Guangopolo, se ubica La Armenia. Las hidroeléctricas de Cumbayá y Nayón están cerca a los moradores de los sectores del mismo nombre.