Entrevista Xavier Andrade/ Antropólogo. Catedrático de Flacso.
¿La imagen de Eloy Alfaro ha logrado configurarse como un ícono, como el rostro del Che Guevara?
La invención de Alfaro como ícono data de mucho tiempo atrás y su autor histórico es el Partido Liberal. La foto de Korda sobre el Che está investida de un aura icónica realmente global. Hay una diferencia enorme en la escala de la circulación de ambas imágenes. Es más, si se ve con atención no hay una sola imagen icónica de Alfaro, no hay una que lo represente automáticamente. Para algunos será la fabulosa escultura de Palacio en Guayaquil, para otros alguna foto histórica, para otros pocos el absurdo monumento en Montecristi.
¿Qué elementos se asocian con la imagen de Alfaro y cómo han calado dentro de la cultura popular del Ecuador?
Creo que son dos elementos centrales: la vocación guerrera, y su cercanía a las clases populares. Cuando hice una investigación sobre los guerrilleros conchistas en Esmeraldas, últimos en pelear por su verdadero legado entre 1913 y 1916, me sorprendió que algunos de ellos se referían a Alfaro como uno de los suyos, en términos raciales: Alfaro era negro.
¿Existe una mitificación en torno a esa imagen? ¿Qué tan ciertas resultan estas aproximaciones hacia un personaje histórico? ¿Hay manipulación en ello?
Hay una evidente inversión simbólica y económica de este Régimen para intentar trazar un legado directo entre Correa y Alfaro. Ello es un ejercicio forzado que cuenta con todo el aparato del Estado para activar a Alfaro como un dispositivo de adhesiones emocionales. Es una mercancía, una propaganda, en las manos de la maquinaria publicitaria que reside en Carondelet. Alfaro vivió sus tiempos y trato de ser consecuente con ellos. Hay y habrá un solo Alfaro en la historia del Ecuador, con sus logros y limitaciones, y con las amplias posibilidades de interpretación que la gente hace del mismo.
El hecho de que Alfaro haya sido elegido como el Mejor ecuatoriano, ¿lo hace un símbolo atractivo para el discurso político?
No creo en ese tipo de concursos.
La popularidad no significa un endiosamiento de significados políticos a uno u otro personaje, pero para un Régimen que invierte en publicidad como este lo hace, Alfaro le viene como anillo al dedo: hay una clara manipulación (y una vanidad desbordante) en el sentido de pensarse el Régimen a sí mismo como “revolucionario”. Son otros tiempos y ese mismo concepto ha circulado tanto en el país a través de la publicidad gubernamental que lo reduce a una marca. Quieren hacer exactamente lo mismo con Alfaro.
La diferencia es que Alfaro llegó a ser icónico sin necesidad de tanta parafernalia. Quienes somos fieles a su herencia, nos quedamos con la humildad de sus enseñanzas, libre de idealizaciones y como un líder también marcado por su propio tiempo.