Mordillo, el humorista gráfico argentino, tiene un don especial para captar el lado sensible de las personas. Las figuras de grandes narices que crea este hombre, que ayer cumplió 80 años, suelen ser alegres, pero también van por la vida desconcertados y, a ratos, tristes.
Con amor y precisión, el artista deja al descubierto en sus historietas cómo la gente suele enfrentar lo absurdo, la felicidad y las decepciones en su vida diaria. “Me dedico al humor para no llorar”, asegura Guillermo Mordillo, en un tono tranquilo y simpático. “Hacer reír es difícil. Muchas veces no lo consigo. Pero muchos de mis dibujos despiertan más bien reflexiones sobre la vida”.
Ya de pequeño supo que quería ser dibujante y sus padres lo apoyaron. Nació el 4 de agosto de 1932 en Buenos Aires; hacia 1960 viajó a Nueva York, donde fue asistente de animación de la Paramount Pictures, y luego de trabajar en la película de ‘Popeye’, emprendió la aventura europea.
Casado desde hace 43 años, Mordillo dice que es rarísimo estar tanto tiempo con la misma mujer. “En mi caso (el arte) es más fuerte que el amor. El amor dura 20, 30 o 40 años, pero el arte es toda mi vida”, dice el humorista gráfico que sigue trabajando 10 horas diarias en Mallorca, donde vive.
Lleva publicadas unas 1 800 historietas. Actualmente expone en la galería Jörg Heitsch de Múnich una muestra con 120 obras hasta el 25 de agosto. “Cuando empecé en París, mis personajes no hablaban porque yo no sabía francés. Dibujaba escenas mudas; así las puede entender cualquiera.