Este 13 de abril se celebra el Día del Maestro en Ecuador. Como un homenaje, el Gobierno anunció un proceso de recategorización de los docentes y a la par se advierte la devolución de la Administración del Fondo de Cesantía del Magisterio Ecuatoriano a los maestros.
Si bien estos incentivos son válidos a la hora de reivindicar los derechos de los maestros, aún no se siente que el país quiera ir a un proceso de reforma profunda en el sistema educativo y que vaya a la par de los cambios que vive el mundo. En enero, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a la que Ecuador quiere ingresar y cuyo proceso arrancó en el 2018, presentó su informe Tendencias que transforman la educación 2019.
Allí propone a los países tener en cuenta en sus políticas educativas futuras, todas aquellas tendencias que pueden causar un impacto. La OCDE menciona a la globalización centrada en Asia y más migración; la ciudadanía, la participación democrática y la igualdad, en crisis; la inseguridad global y el cambio climático; el creciente envejecimiento de la sociedad; y la digitalización y el surgimiento de culturas modernas.
Si bien cada uno de estos aspectos exige el desarrollo de acciones específicas desde el ámbito educativo, la digitalización y el desarrollo tecnológico son claves en el futuro de la educación. La Revolución 4.0 prácticamente está en marcha y hablar de inteligencia artificial, internet de las cosas, blockchain, realidad virtual, robots es un asunto cotidiano al que muchas entidades educativas apuestan con iniciativas propias o con alianzas.
Pero no se trata únicamente de esa visión tecnológica. Hay otros ámbitos que también serán claves en esa educación del futuro y tiene relación con las habilidades blandas (‘soft skills’). Es decir, las capacidades educativas, el trabajo en equipo, adaptabilidad, empatía, flexibilidad ante situaciones cambiantes, son parte de los desafíos que se debe considerar.
Así que ahí está el reto y la oportunidad de fortalecer a la educación. No se hable más.