En el barrio La Roldós hay lotes sin construcciones ni cerramientos. Los propietarios aseguran que no pueden edificar por falta de presupuesto. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Ese terreno baldío siempre le causó desconfianza. María Eugenia Quiñones está acostumbrada a caminar sin miedo por las calles de Toctiuco, donde vive desde hace 15 años. Pero pasar junto a un predio olvidado en la calle Ramón Pacheco, a seis cuadras de su casa, le causaba temor. Había visto decenas de veces cómo hombres harapientos se escabullían entre los matorrales a beber y consumir drogas.
El último viernes de enero de 2018, mientras caminaba a paso apresurado, una mujer salió del terreno y la acorraló de frente. “Dame plata p… madre”, le dijo y le mostró una botella rota que tenía en su mano.
Alexandra no tenía dinero. El último centavo se lo gastó en el pasaje del bus de regreso de su universidad por lo que la mujer -delgada al extremo y mal oliente- la agarró del pelo y quiso arrastrarla hacia el terreno baldío. “Pensé que me iba a matar, o que en el terreno había otros hombres y me iban a violar”, recuerda nerviosa.
Un desconocido que ese momento pasó en su auto tocó la bocina y la asaltante la soltó y se perdió en el terreno que colinda con una quebrada. Alexandra nunca más volvió a pasar frente al lote baldío. Ni sus padres ni hermanos.
Los terrenos abandonados son un problema para Toctiuco, donde viven unas 17 000 personas. José Vicente Calderón, líder comunitario, cuenta que la situación es más complicada principalmente en El Pilar de Toctiuco, San Luis y Miraflores Alto 2. Allí, las calles son empinadas y la mayoría de terrenos no utilizados no tienen cerramientos. Se volvieron depósitos de basura y escombros, y el hogar de viciosos.
Los vecinos ya los conocen. Son personas sin casa que llevaron colchones y algo de ropa a esos espacios. Calderón comenta que se trata de alcohólicos y pide que se lleve a la zona un programa social para ayudarlos con su rehabilitación.
Patricio Pérez, comandante de Policía del Distrito Manuela Sáenz, reconoce que esos espacios se vuelven inseguros. De allí la importancia de cercar los terrenos y mantenerlos libres de maleza. Asegura que ese problema se evidencia con mayor fuerza en los terrenos ubicados en La Marín.
A finales del mes pasado realizaron un operativo junto a la Comisaría y retiraron a 25 personas del sector. En los terrenos se suele encontrar carteras, billeteras y documentos, evidencias de robos. Además de pipas e inhaladores de cemento de contacto.
En la mancha urbana de Quito se registran 38 231 lotes no utilizados. La mayoría (14 236) se ubican en Quitumbe. Todos esos predios abandonados suman 2 012 hectáreas.
José Ordóñez, director del Instituto Metropolitano de Planificación Urbana, calcula que esos terrenos potencialmente podrían dar cabida a 500 000 personas, haciendo un cálculo con una densidad neta de 250 habitantes por hectárea.
Para Ordóñez, la cifra de desocupación de terrenos no es alta si se la compara con el total de predios que hay en Quito. Representan el 4,6% de los
824 000 lotes registrados en el Distrito Metropolitano.
Los terrenos baldíos generan un problema adicional, y para Ordóñez, más grave: el tener una infraestructura subutilizada hace que las personas busquen áreas de expansión urbana que no son necesarias.
En otras palabras, hace que la ciudad se expanda hacia las periferias. Y crea la necesidad de llevar servicios básicos a esas zonas, lo que implica un alto costo para la Municipalidad.
En la loma donde se asientan barrios como La Roldós y La Pisulí, la realidad es similar.
Desde el aire, los terrenos baldíos se ven como piezas faltantes de legos, rodeados por casas. La mayoría de tono verde debido a la maleza.
En la cuadra donde vive Miriam Suntaxi, presidenta del Comité de Seguridad del barrio Luz del Norte, hay cuatro lotes baldíos. No hay plata para construir. A lo largo de la calle Oe12c, el problema empeora. Son espacios usados para dejar basura y animales muertos.
La Agencia Metropolitana de Control (AMC) es la entidad encargada de sancionar con dos Remuneraciones Básicas Unificadas (USD 788) a quienes no tienen en buen estado su terreno. Alejandra Molina, directora de inspección, explica que cuando un terreno está abandonado se le entrega un exhorto al propietario, lo que le permite cerrar el predio y arreglarlo. En el 2018, de las 56 inspecciones a terrenos baldíos y 17 a cerramientos y construcciones en mal estado, el 80% arregló su bien.
¿Por qué no se construye en esos espacios? Básicamente por falta de dinero. El urbanista Hugo Cisneros explica que en las zonas periféricas, la gente no logra reunir lo necesario para construir. Mientras que en los terrenos ubicados en zonas exclusivas, el precio por m2 es tan alto que las constructoras tampoco invierten.
Esos espacios pueden ser utilizados como vivienda o para equipamientos y contribuir así a conformar microcentralidades.