La Policía Nacional ejecuta operativos antinarcóticos de forma aleatoria en Guayaquil. En el Suburbio oeste se realizaron allanamientos en varias viviendas, para decomisar droga. Foto: EL COMERCIO
El consumo y la venta de drogas se evidencia en las calles y vecindarios del noroeste y sur de Guayaquil como algo cotidiano. En barrios como Garay, el viento del estero Salado se mezcla con el olor a hierba quemada, marihuana. Pese a que en algunos espacios públicos hay menores de edad presentes, también se ve a adultos con problemas de adicción ingerir de un solo golpe el alcaloide. Era el pasado jueves 4 de octubre y los vecinos preferían guardar silencio.
Ante esa imagen, una señora de unos 50 años dice que ocurre a cualquier hora. Teme que ataquen a su familia y reserva su nombre para comentar que antes de la regeneración urbana, el vecindario “era terrible”.
Para ella ahora el sector es tranquilo. Hay patrullajes policiales, pero las personas con dependencia a las drogas se las ingenian para usarlas con libertad. Los expendedores, por su parte, les proveen las sustancias ilegales y se ocultan en callejones y parques.
Según Antinarcóticos de la Zona 8 (Guayaquil, Samborondón y Durán), este año se incautaron de 3,4 toneladas de drogas. El mayor porcentaje es de marihuana. Solo de esta sustancia se decomisaron 2,1 toneladas entre enero y septiembre, versus las 1,6 t en el mismo período del 2017. Le siguen clorhidrato de cocaína, base de cocaína y heroína.
El aumento de los decomisos se debe a las denuncias ciudadanas a través de las líneas 1800 Drogas de la Policía. A ese número llegan quejas, direcciones y horas de expendio. La información es procesada por los uniformados, quienes hacen operativos para detener a los microtraficantes. En el 2018 se ha detenido a 1 291 personas por venta de drogas.
Los operativos en su mayoría se ejecutan en los distritos Portete y Nueva Prosperina, con mayor incidencia de venta y consumo. Ambas jurisdicciones engloban 27 sectores populares. La Policía tiene en la lista del sur de la ciudad: Batallón, Suburbio, Portete 1, 2, 3, La 29, Cisne 1 y 2, La Chala y Salinas. En el noroeste están identificados Bastión Popular (del bloque 1 hasta el 10), Socio Vivienda 1 y 2, Monte Sinaí, Lomas de La Florida, Nueva Prosperina y Entrada de La 8.
El expendio es cada vez más camuflado, pero el consumo de drogas se evidencia en estos sectores. Esto pese a que en abril del 2017, el Municipio de Guayaquil aprobó una ordenanza que lo prohibía.
El viernes pasado, en una de las calles de Bastión Popular que da hacia una loma, tres jóvenes de contextura delgada intentaban esconderse en una esquina. Los vecinos presumían que es una de las formas que asumen los consumidores de H en esa populosa zona.
Vicente Taiano, asambleísta del Partido Social Cristiano, sostuvo que para erradicar el problema se deben articular todas las entidades. Él entregó en la Asamblea un proyecto de reforma al Código Orgánico Integral Penal (COIP), en junio del 2017, para que se revise y elimine la tabla aprobada por el Estado en el 2015, que establece la dosis de tenencia de droga y las sanciones penales. El pedido del bloque es que el tema se incluya entre las prioridades del Legislativo.
Las cifras que maneja el asambleísta es que en la urbe hay 200 000 consumidores. El tema está en la agenda de campaña de las elecciones 2019.
Agentes de Antinarcóticos dicen que esto permitió que aumentara el microtráfico en el país y que se confundiera al consumidor con el vendedor. Las provincias con mayor incidencia en expendio y consumo son Guayas, Pichincha, Manabí, Los Ríos, El Oro y Esmeraldas, en ese orden.
Taiano respalda la versión de los agentes y puntualiza que Guayaquil “es la realidad de un problema que cada día se toma más ciudades”. El asambleísta ha sido testigo en su distrito electoral (Tarqui Popular). Las calles polvorientas, quebradas con maleza y parques o canchas deportivas son los sitios escogidos por los jóvenes para consumir droga.
Los uniformados concentran los operativos en estos sitios, pero para los vecinos son insuficientes. David, un morador, dice que los expendedores de drogas se las ingenian para seguir vendiendo y atraer a nuevos clientes adolescentes.