La curadora de arte Lucia Fabio, junto a una obra de Mark di Suvero, que pertenece a la colección del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, MOCA. Ivonne Guzmán para EL COMERCIO
Un cuerpo enfermo es mucho más que su condición física. Un cuerpo enfermo es, para empezar, una persona; es también alguien que ama, que es amado; y alguien que piensa, tiene planes y una ocupación, así como obligaciones y derechos.
Un cuerpo enfermo, como bien sabe por su trabajo más reciente la curadora de arte californiana Lucia Fabio, es también un cuerpo que existe en su propia individualidad a pesar de los recaudos que toma la sociedad para normativizarlo, recluirlo/separarlo, invisibilizarlo.
Tras un breve viaje en el Angels Flight, un funicular centenario que aún sigue funcionando en el centro de Los Ángeles, encontramos un lugar para conversar, en una de las bancas de una plaza impersonal y semivacía que vive a la sombra de uno de los tantos edificios enormes que pueblan la ciudad.
¿Tienes miedo de tu cuerpo?
No, no siento miedo. Estoy atenta a la información que la medicina me está dando sobre mi cuerpo. Pero miedo no es una palabra que usaría. Todos sabemos que hay cosas que están pasando en nuestros cuerpos a unos niveles que no entendemos.
Y todos sabemos que eventualmente nos enfermaremos, en diferentes intensidades.
Sí. El cuerpo está hecho para vivir y para lentamente irse apagando, de diversas formas. Eso es ser humano.
¿Qué piensas de esta idea que Margarite Yourcenar pone en boca de Adriano en su novela: mi cuerpo es un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo?
Es interesante porque ella está sugiriendo que hay una diferencia entre la mente y el cuerpo. Y no la hay. Para mí, el cuerpo es parte de la mente y la mente es parte del cuerpo, son uno. Y se trata de estar consciente de que el cuerpo no puede devorar al ser porque es el ser. Por ejemplo, con el cáncer tenemos toda esta terminología sobre batallar contra él, pero el cáncer es también parte del ser.
¿Estás diciendo que no podemos batallar contra el cáncer ni derrotarlo?
Es que no se trata de derrotar al cáncer porque el cáncer es literalmente el cuerpo replicándose a sí mismo en una forma que lo consume. Pero es siempre el ser mismo.
¿Cuál podría ser una manera distinta de abordarlo, entonces?
He pensado mucho, pero no sé qué otras palabras podrían reemplazar esa terminología… A lo largo de los siglos ha habido distintas enfermedades que han puesto en jaque a las sociedades, y Susan Sontag escribió esto de que una enfermedad es una metáfora. En el siglo XIX, fue la tuberculosis. Se habló de ella en muchos libros; era una muerte ‘elegante’ porque uno de sus efectos es que pone las mejillas sonrosadas, entonces quien la tiene casi parece más saludable que quienes no.
Esa imagen es perturbadora.
Sí. Lo cual nos lleva nuevamente a las percepciones de cómo se manifiesta la salud. ¿Qué es considerado saludable y qué no lo es? ¿Cuáles son las construcciones sociales que nos dicen que nuestros cuerpos son saludables o no?
¿Qué es un cuerpo cuando, según la medicina, no es saludable?
¿De acuerdo con qué medicina? ¿De qué país estamos hablando? Quiero decir, hay muchos puntos a considerar…
Digamos que de acuerdo con la medicina halópata, en la cultura occidental.
Desde la construcción social, un cuerpo enfermo sería cualquier cosa que no es percibida como normal o saludable, o sea rozagante, de piel suave, sin sobrepeso.
Porque alguien gordo ya no sería ‘saludable’, ¿no?
Exacto. Pero lo interesante también es que desde siempre han existido enfermedades escondidas, que no tienen atributos físicos reconocibles. Entonces a veces no tienes ni idea de que alguien a quien conoces está enfermo. Pasa con alguna gente que tiene diabetes.
Y pasa ahora también con el VIH.
Eso es muy interesante, porque en los años 80 y 90 el VIH era una sentencia de muerte, que además se asociaba con una apariencia específica de quienes lo tenían: la delgadez, las escaras en la piel, una cierta forma que adquiría la cara, pero ahora, gracias a la medicina, uno ya no puede saber solo a través de la vista quién tiene VIH. Y creo que el hecho de que dediquemos tanto esfuerzo, tiempo y atención a la apariencia es problemático, porque termina decidiendo que si alguien está enfermo está confinado a cierto tipo de espacios. Desafortunadamente hay mucha presión para estar y verse saludable.
¿En qué notas esta presión?
Siento que si no comes de forma saludable, si no te ejercitas, si no vas al doctor y algo te pasa, la sociedad te hace sentir que entonces es tu culpa. Hay una tendencia a culpar al paciente. Pero si volvemos a la genética las cosas pueden ser distintas. Yo tengo el gen BRCA 2, que determina una alta probabilidad de desarrollar un cáncer de ovario o de útero o un melanoma en el ojo. Está en mi ADN y no puedo hacer mucho al respecto, me puede pasar sin importar si me ejercito siete días a la semana o si como solo productos orgánicos; está dentro de mí. Lo que sí puedo hacer es monitorear cómo va todo.
¿Cuando el arte presta atención al cuerpo enfermo, su significado cambia?
No estoy segura de que el significado de ese cuerpo cambie pero sí creo que hay algo que está cambiando dentro del discurso sobre las discapacidades y la enfermedad en la práctica artística. Y se siente mucho como lo que pasó el 2007 cuando Connie Butler organizó ‘Whack!’, una exposición que por primera vez juntaba la obra de alrededor de 120 artistas mujeres (en Estados Unidos). Esa muestra detonó que los diálogos alrededor del feminismo empezaran a cambiar en el arte contemporáneo. Algo similar está pasando ahora con la enfermedad y la discapacidad. No sé si eso cambiará las percepciones del cuerpo enfermo, pero hay muchos esfuerzos encaminados a prestarle más atención, lo cual es importante, porque, de alguna manera, no ha sido realmente visto hasta ahora.
¿Puedes mencionar a un par de artistas que estén trabajando sobre el cuerpo enfermo en este momento?
Siobhan Hebron, que es una artista joven que vive en Los Ángeles, y a quien le diagnosticaron un tumor cerebral cuando entraba en sus 20. Su tratamiento consistió en quimioterapia que debía tomar en su casa por un año entero. Cada mes ella creaba una serie diferente, porque trataba a cada pastilla de una forma distinta; una de estas series se llamaba ‘Quimio Glam’, en la cual ella se fotografiaba a sí misma en poses seductoras mientras se tomaba las pastillas, mostrando imágenes idealizadas de belleza mientras a la vez estaba, de alguna forma, envenenando su cuerpo con el tratamiento.
¿Se curó?
Está estable actualmente. El tumor continúa en su lugar y no va a desaparecer, pero no está creciendo. Ella es una de las artistas que trabaja el tema…
¿Quién más?
Estoy tratando de pensar en artistas emergentes… como Dominic Quagliozzi. Él tiene fibrosis quística, que llena los pulmones de flema y mucosidad hasta un punto en el que la persona puede morir asfixiada. Su trabajo ha girado alrededor de su condición, y su última obra está relacionada con el trasplante de los dos pulmones que se hizo y que su cuerpo rechaza. Él ha estado trabajando mucho sobre cómo una parte de su cuerpo no es suyo y, de alguna forma, no es él. Entonces, en el marco de la política de la identidad, me parece fascinante este abordaje: ¿son suyos esos pulmones o no?, ¿son una entidad exterior? Eventualmente su cuerpo reemplazará todas las células, ¿finalmente ahí sí será él por completo? Son preguntas muy interesantes.
¿Por qué crees que el trabajo de ellos es importante?
Porque señala que hay otros tipos de normativas del cuerpo. Y no se trata de idealizar este estado, porque estar enfermo o tener una discapacidad es difícil, pero debe haber maneras para que quienes están enfermos puedan integrarse a la sociedad sin sentirse parias. Hay una larga tradición de marginar a los enfermos; en la Biblia hay pasajes en los que se habla de que los leprosos deben ser expulsados de la ciudad. Franklin Delano Roosvelt creó muchos nuevos trabajos, pero ninguna persona con una discapacidad podía acceder a ellos, esa era la regla.
¿Puedes identificar la belleza de un cuerpo enfermo?
Sí. Parte de la belleza de un cuerpo enfermo es su vulnerabilidad, que lo hace ser humano. Hay algo poético en cómo nacemos y cómo morimos; no estoy proponiendo que morir sea maravilloso, porque estamos programados para no querer morir, sin embargo creo que es válido recordar que hay vida en medio de la enfermedad y vida en la muerte también. Para mí, eso es bello.
Lucia Fabio
Nació en Burbank, California, EE.UU., en 1984. Es curadora de arte y tiene una licenciatura en Bellas Artes por el Art Institute of Chicago y una maestría en Arte y Estudios curatoriales por la University of Southern California. Una de las exhibiciones que ha curado recientemente es: ‘FUCK! Loss, desire, pleasure’. Se presentará en marzo en la American Comparative Literature Association.