Sixto Durán Ballén realizó dos intervenciones en el Palacio. Cree que se puede ampliar el complejo.
¿Qué recuerdos le atan con el Palacio de Carondelet?
Talvez, en la época Republicana, debo ser, por suerte de las circunstancias, el ecuatoriano que más tuvo que ver con Carondelet. Cuando el Dr. Camilo Ponce llegó a la Presidencia, en 1956, fui Ministro de Obras Públicas. Debí reconstruir el Palacio, porque en 1959 habría la XI Conferencia Panamericana. Siendo la sede de Gobierno tradicional desde la época de la Colonia, había que remozar el edificio para que dignamente represente a la nacionalidad ecuatoriana. Fue una de las obras en que yo más me empeñé.
¿Qué adecuaciones hizo?
Hasta 1956, en el edificio funcionaban tres ministerios y el Congreso Nacional. Sacamos al Congreso e hicimos un nuevo edificio, para dotar a la Presidencia de las comodidades necesarias. Se construyó el tercer piso para albergar al Presidente, que hasta ese momento no había. Cada presidente vivía con su familia en sitios alquilados por el Estado. El presidente Ponce nunca usó.
¿Por qué se restauró y qué ocurrió en su mandato?
El Gobierno decidió respetar lo que estaba establecido como sede. Años más tarde, ocupé la Presidencia de la República. Durante la Junta Militar se habían construido entrepisos para crear más espacios administrativos, de seguridad y otros. Con personal del Ministerio de Vivienda a cargo de Guillermo Pérez, se liberó todo. Se adquirieron varias de las propiedades frente al Palacio. Una de la aseguradora La Unión, de la Editorial Chimborazo, casas alrededor del edificio de EL COMERCIO y se inició una restauración. Se incorporó la antigua Oficina de Correos para la Vicepresidencia, que andaba ambulante.
Con esos antecedentes, ¿qué opina sobre el plan de llevar la Presidencia al sur?
Uno nunca pensaría en cambiar de sitio la Casa Blanca en Washington o la Casa Rosada en Buenos Aires. Si he tenido tanto que ver con la actual Presidencia, no puedo estar de acuerdo con que este símbolo de la nacionalidad sea trasladado a otro sitio. En Londres, la residencia del Primer Ministro es una antigua casa, llamada 10 Downing Street. A nadie se le ocurriría cambiar el sitio. Tiene una representación de la Nación, no de una persona o de un gobierno. A lo mejor se podrían incorporar edificaciones del sector, como fue nuestra idea en 1992: ampliar el complejo de Carondelet.