Un libro nos convoca en el Centro Cultural Benjamín Carrión, se trata de ‘Cartografía occidental de la novela hispanoamericana’. Su autor, el crítico ecuatoriano Wilfrido Corral, comparte un sofá, una charla y más de un criterio con Eduardo Becerra, crítico español. Las palabras de ambos llevan reflexiones, propuestas y gratas experiencias de lectura.
Para empezar aparece la novela latinoamericana como un concepto más allá de los límites continentales. Corral menciona que, desde la idea de la desterritorialización de la literatura no hay fronteras nacionales; en su libro hay un capítulo que incluye a dos narradores ecuatorianos, Humberto Salvador y Pablo Palacio, pero – como parte de la novela occidental y universal. Becerra completa, “la novela latinoamericana es una noción en permanente tensión”.
Acaso una tensión entre lo local y lo universal. Entonces Corral habla de esquizofrenia y de los resabios del nacionalismo; mientras que el español señala que esa tensión ha existido por una necesidad de reafirmarse causada por la conflictividad histórica de Latinoamérica. Pero Becerra también apunta que detrás de esa reinvindicación de lo autóctono ha habido una circulación de ideas, un intercambio.
Una reciente declaración del peruano Fernando Iwasaki irrumpe en la conversación: “Antes del ‘boom’ los escritores eran peruanos, mexicanos, colombianos, argentinos… y después del ‘boom’, todos latinoamericanos”. Algo tiene de razón, dicen los críticos. El ‘boom’ popularizó a las letras de la región, pero desde el modernismo se dieron escritores y críticos que tenían conciencia de Latinoamérica, de una geografía densa y habitada; de ahí grandes ensayistas, José Martí, Alfonso Reyes, Benjamín Carrión. Becerra también se cuestiona por qué no hubo un ‘boom’ con Rulfo, Onetti, Borges y Sábato.
Sobre las listas que buscan agrupar a autores, como el Bogota39 o los 25 secretos de la FIL Guadalajara, dicen que son operaciones forzadas. Para Becerra es un síntoma para reformular qué hacen y quiénes son los nuevos narradores latinoamericanos. Y Corral halla en esas listas el riesgo del compilador: que la antología es necesaria, pero no es definitiva.
Hablando de generaciones, los académicos ensayan un perfil del novelista actual. Becerra halla que se ha reconfigurado eso de ‘ser latinoamericano’, ahora toman trayectorias personales, para hacer lo que quieran. Sin embargo, esos mismos autores que hallan formas diferentes de narrar y leer Latinoamérica las dispersan al cuestionarse sobre los procesos de sus países. Becerra cita al boliviano Edmundo Paz Soldán que ha dicho: “Nos volvemos mayores y nos volvemos un poco serios”.
Relacionar la política con la literatura es algo que da para hablar en Latinoamérica. Eduardo halla una lectura pertinente siempre que no se torne en un ideologismo reductor. Wilfrido, en su libro, toma el caso de Vargas Llosa, Cortázar y Cuba; además, señala que los autores nacidos desde 1968 no se preocupan tanto por la política, y no por ello son apolíticos: lo que sucede es que no hay una división ideológica tan rígida entre izquierda y derecha.
Asoma en la charla, ‘El síndrome de Falcón’, de Leonardo Valencia, que habla del peso del compromiso social sobre los escritores del país. Corral expresa su contento porque alguien eche leña al fuego y se discuta; pero ese diálogo -dice- no existe gracias a los opositores intransigentes, para quienes Ecuador no tiene nada nuevo desde los 70… “Por Dios, ya no estamos con Adoum, fue un hombre inteligente, pero hay más… habla serio”, suelta, crítico.
Y ya embarcado en esa línea, Wilfrido se abre en reflexiones, retoma la contemporaneidad de Salvador en oposición a la obcecación por el compromiso social de Gallegos Lara. “Tendrías que haber sido un idiota para no comprender el problema del indio, del negro… pero no quiere decir que tu literatura sea eso; no somos redentores de nada” y añade, en relación al porcentaje de lectores en el país: “El libro de denuncia llega a los mismos intelectuales no a la gente que está jodida”.
Saltan entonces las campañas de lectura y los libros gratuitos… Para Becerra, “dinero perdido; se debería fomentar con más rigor”. Como rigor también piden ambos a los que se dedican a estudiar la literatura, para que no cojan lo que está de moda. Esto en referencia a los estudios culturales, una disciplina que consideran cerrada ante los estudios literarios y que se ha desviado hacia las revisiones y la corrección política.
Estos críticos le apuestan a una mayor comunicación entre la crítica de la academia y los comentarios de prensa, para que así, el pensamiento reflexivo tenga un espacio ante el público lector.
Eduardo Becerra
Profesor titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Autónoma de Madrid y profesor invitado en otras universidades.
Wilfrido H. Corral
Autor de 10 libros de crítica literaria. Colabora con revistas especializadas. Reside en Sacramento, California, donde es catedrático universitario.
El libro
Corral analiza la novela hispanoamericana y las perspectivas de su crítica.