Rosa Perenguez (centr.) compite en los 25 metros planos en la Playa Murciélago de Manta. Foto: David Paredes/EL COMERCIO
Rosa Perenguez, una atleta de 10 años con síndrome de Down, llega a la línea de partida de la pista atlética para hacer un calentamiento rápido y quedar lista para correr los 25 metros planos. Ella no suelta la mano de su padrino, un alumno del colegio Fe y Alegría que conoció el viernes 10 de noviembre en el recibimiento de las delegaciones.
Cuando se alejan por unos segundos, ella siempre lo busca con su mirada. Se hicieron amigos desde el primer momento. Rosita no es de esas niñas que les gusta hablar de más. Con una mirada o con un movimiento de su mano lo dice todo.
Este sábado 11 de noviembre, sus ojos estaban llenos de nervios antes de su competencia. Agarró fuerte la mano de su entrenador y de su guía antes de dar el primer paso.
La carrera ya había empezado y Rosita no se animaba a avanzar. Después de unas palabras del coordinador del equipo de Imbabura y el apoyo de su padrino, la atleta cambió esa mirada nerviosa por una sonrisa.
Rosita le había ganado a sus miedos en cuestión de 8 segundos, uno menos que el récord que hizo Usain Bolt en la prueba de los 100 metros planos (9,58 segundos).
Con una sonrisa y entre el aplauso de la gente, Perenguez levanto los brazos en señal de victoria. Había superado la prueba más dura. Venció a su malestar y dejó en alto el nombre de Imbabura.
Después de la jornada, todo el equipo se reunió en la arena de Playa Murciélago. Sus compañeros le pedían que siga sonriendo. Ella dejó por unos segundos su premio, un raspado de frutas con crema condensada, para decir gracias con la mirada.