‘La detención de Elías fue el segundo golpe duro que recibí a mediados del 2009. Un mes antes había fallecido mi mamá. Fue muy fuerte. Me enteré que cerca de la medianoche del 26 de junio se llevaron preso a mi hijo.
Decían que era culpable de la muerte de un hincha de El Nacional, pero luego resultó inocente.
En esos días recién me estaba recuperando de la muerte de mi madre y recibí esta noticia. La llamada de una sobrina que me informó del hecho me cambió la vida. No podía parar de llorar y de preguntarme por qué a mí, si uno trata de no hacer mal a nadie. Soy madre soltera y afrontar una situación así sola es doloroso, sobre todo sabiendo que mi hijo no tenía ni el mínimo grado de responsabilidad en el crimen.
Somos de Guayaquil. Vivimos en Quito desde hace 17 años. Mi hijo mayor, mis hermanas y mis sobrinas son mi soporte.
Desde esa noche no pude dormir más, hasta que Elías salió en libertad 15 días después. Las preocupaciones me agobiaban, sentía angustia y desolación. No comía, estaba realmente mal, hasta mi salud empeoró. Mi familia empezó a preocuparse por mí.
Tuve que dejar mi trabajo, para dedicarme 100% al caso de mi hijo. Cuatro días a la semana me dedicaba a ver cuándo llegaban contenedores con mercadería para repartirla en la ciudad.
Era otra situación, pero desgraciadamente tuve que dejarlo, porque la soledad y la preocupación estaban acabando con la vida de mi hijo. Él clamaba a Dios para que me se me abrieran las puertas y que el caso no quedara ahí. Las puertas que más se me abrieron fueron las de los medios de comunicación. Yo los bendigo.
El hecho de que se haya vuelto un caso mediático ayudó mucho, hubo mayor interés y pudimos (la familia) seguir luchando por la causa. Económicamente también fue complicado solventar algo en donde uno no tiene responsabilidad y seguirlo costeando hasta ahorita. Son más de USD 40 000 los que se han gastado en papeleos, abogados, documentos certificados, incluso copias. Solo en eso he sumado unos USD 1 200. No tenía cómo costear eso, no somos una familia adinerada pero estoy muy agradecida con los amigos de mis hijos y sus padres que nos apoyaron.
Mientras yo estaba en el corre corre analizando el caso con los abogados, ellos recolectaban dinero haciendo fiestas, subiéndose a los buses, pidiendo en la calle… Pero la ayuda de alguien importante para Elías no estaba.
No sé nada del padre de mi hijo desde hace ocho años. Un día desapareció sin dejar rastro y ni siquiera en esta situación regresó a apoyar a su hijo, a darle una palabra de aliento.
Me imaginaba todo tipo de cosas y mi Elías con 18 años sin saber qué hacer, cómo defenderse. Un día intentaron llevarlo a la cárcel; fue terrible. Lo vi saliendo en un auto con los policías y nadie me avisó que se lo llevarían. Corrí a detener el vehículo, me paré en frente, pero sin reparo aceleraron, no les importó atropellarme. En la avenida Amazonas les cogió el rojo y nuevamente me puse al frente, no sé de dónde saqué la fuerza para levantarme y continuar, exigir justicia.
Vi a mi hijo adentro desesperado, llorando y no pude más, estallé en llanto y llegaron sus amigos, que estaban afuera de la Policía Judicial protestando, para apoyarme. Los policías bajaron la guardia y lo regresaron a los calabozos de la PJ. Pero el día llegaría.
Cuando finalmente lo llevaron al penal García Moreno me quise morir. Caminé y caminé, hasta ahora no recuerdo por dónde fui ni dónde me quedé sentada llorando. Me perdí, mi familia llamaba al celular y yo no quería hablar con nadie, quería desaparecer. Tenía muchas ganas de que me pasara un carro encima, fue demasiado para mí.
Y aún es difícil. Es desesperante ver cómo la Justicia se maneja con tanta lentitud.
Ya son dos años que estamos en la lucha buscando por todos los medios que le den la completa libertad, pero aún faltan tres años para eso. Lo más paradójico de esto es que el caso fue reconocido por la Embajada Americana. Ellos dijeron que los derechos de Elías fueron violados y me indigna que su propio país le dé la espalda. Ya esta situación me asquea, aquí todo se maneja con cuello blanco, es una mafia.
En todo este proceso yo siempre he dicho que hay buenos elementos en la Policía, no se puede juzgar a todos. Yo me voy en contra de quienes estuvieron en el caso de mi hijo. Mi otro hijo, que tiene 25 años, en ese tiempo trabajaba en sistemas de una empresa de autos. Él también sufrió las consecuencias del caso.
Esa empresa tenía una política que impedía a sus empleados salir en los medios de comunicación. Y justo en las ruedas de prensa Gabriel aparecía también. Lo despidieron con visto bueno. Todo se nos vino encima.
Hasta ahora no podemos estar tranquilos. Nos dijeron que no cantemos victoria porque todavía podían encontrarse pruebas del crimen en contra de Elías.
Ellos podrían hacerle mucho daño con el ánimo de justificar lo que hicieron. Mi hijo no puede estudiar, no puede pasar inadvertido por la calle sin que alguien lo señale con el dedo.
Viviendo este caso conocí muchos otros casos similares de gente inocente que estaba detenida en las cárceles del país.
Es hora de parar con el abuso de autoridad. A veces pienso que actúan como que ellos no tuvieran hijos ni familia.
Lo único que pedimos es que se limpien el nombre y el honor de Elías. No siento nada en contra de Rafael Yépez. Como cristiana no puedo sentir odio ni venganza. Más que una indemnización económica quiero que se haga justicia y se marque un precedente”.