La tradición popular bien puede jugar con el llanto y/o la risa, e indudablemente está marcada por el colorido y la algarabía. Todo esto está recogido en la muestra pictórica ‘El diablo se viste de fiesta’, del padre Tito Heredia.
La Mama Negra o la procesión de Jesús del Gran Poder son ocasiones especiales en las que la gente demuestra su apego hacia lo que siente suyo. Y las pinceladas de Heredia han plasmado este sentir en 64 cuadros de gran riqueza cromática, fuertemente influenciados por el carácter cultual (relativo al culto religioso) que tiene la sociedad ecuatoriana.
Se lo podría llamar ‘sacerdote del arte’. Así es este hombre de 47 años, de estatura mediana, aspecto impecable y de trato amable aunque distante, que divide su vida entre el trabajo parroquial y la devoción por el arte.Heredia conjuga estos dos aspectos –religión y arte– que, tarde o temprano, se vuelven pinturas (y años atrás, esculturas). De esta manera, vírgenes, diablos, enmascarados y santos son los personajes que revolotean festivamente por toda su obra, y desde el martes pasado hasta el 21 de mayo próximo en la Sala A de exhibición del Centro Cultural de la Universidad Católica, en Quito.
La mayoría de sus personajes velan su rostro tras una máscara. “¿Acaso no todos tenemos una máscara que nos permite mostrar un rostro distinto al nuestro?”, dice Heredia al comentar sobre esta particularidad.
Y aunque la cantidad de cuadros que componen la exposición pudiera sugerir que casi se dedica en exclusiva a pintar, él aclara que guarda un profundo celo en su trabajo con los fieles de su parroquia. “Hay que organizar el tiempo”, enfatiza el artista.
Para este sacerdote, el espacio del arte, de la distracción, del goce intelectual es una ayuda espiritual. “Recuerdo que en la Capilla del Hombre hay una frase que dice: pintar es otra forma de orar”. Entre rezo y rezo, la inspiración por hacer arte lo lleva a muchas veces perder el sueño hasta encontrar la manera de plasmar lo que siente por dentro. Es por eso que para Inés M. Flores, curadora de la muestra, el arte de Heredia “registra los hechos que lo conmueven, captando no solo sus apariencias, sino su significado; esto es: imagen y espíritu”.
Observando detenidamente cada uno de los óleos, acuarelas y grabados se puede notar un hecho curioso: mientras en algunos firma “Tito”; en otros aparece como “Heredia”. Para el artista esto solo significa el humor con el cual se encuentra en el instante que termina la obra. “Algunas veces soy Tito, otras el P. Tito, algunas soy solo el señor Heredia”.
Hay dos cuadros con los que él guarda una estrecha relación: Los turbantes y Alma Santa. En conjunto, ellos dan cuenta de su apego y cariño por el servicio apostólico que realiza en la parroquia de la Merced en el valle de Los Chillos. “Son personajes que llevan sobre su cabeza unos capullotes de ocho metros de altura”.
Heredia cree que este interés suyo por el arte no es compartido por muchos de sus colegas en el clero. Si bien nadie de ellos se ha interpuesto en su quehacer artístico, él echa en falta un mayor entusiasmo por el arte en la Iglesia.