Tal día como hoy, hace 9 años entró en vigor la Constitución de Montecristi. El desborde demagógico habló de 300 años de vigencia futura.
El Ecuador, habituado a escribir constituciones, a debatir su urgencia e indispensable formulación y, desde luego, a romper sus normas y transgredirlas, vuelve hoy al dilema de una reforma en temas que parecen de fondo sin advertir que el mal no está siempre en la letra escrita sino en la falta de cultura democrática y de respeto al estado de derecho al que nos hemos acostumbrado y, acaso heredamos como ‘ legado’ colonial. Cabe recordar aquello de ‘ las leyes se acatan pero no se cumplen’, para situarnos.
Entonces se vendió un cambio, una revolución, se dijo. Empezamos mal con el despilfarro de un edificio construido en Montecristi para procurar apropiarse de los símbolos y formular fidelidades. La puesta en escena de la Asamblea fue, además, producto de la ruptura más flagrante del Estado de derecho cuando unos vocales del Tribunal Supremo Electoral decapitaron a los legisladores y un poder arrogante impidió por la fuerza que ejerzan su legítimo derecho para el que fueron elegidos. Y la mayoría contenta, otros callados, sometidos, y las pocas voces que denunciaron el atropello no tuvieron eco alguno.
Entonces se tejió un modelo perverso de concentración de poder, de hiperpresidencialismo excluyente, e incluso se redactaron algunas normas distintas a las que los constituyentes habían aprobado.
Ese modelo absurdo, que trajo el engrendro de una pseudo participación ciudadana dependiente del poder vertical, alumbró, en el parto de los montes, el mecanismo de selección de candidatos y la supuesta meritocracia para elegir las autoridades de control. Visto está el rotundo fracaso.
Ese es uno de los temas que hay que cambiar y para eso se podría asumir una nueva legitimidad en la Consulta Popular para recuperar el espíritu de la participación ciudadana con la gente, que jamás debiera ser dependiente del poder de turno sino de la sociedad en su riqueza y diversidad.
Quizá esa sea la intención de recuperar el espíritu de Montecristi del que ahora habla el Presidente y no reafirmar el modelo de concentración de poder que sustrajo la libertad y la expresión cabal del pluralismo.
La Constitución no contenía el tema de la reelección indefinida, eso se filtró por un resquicio, fruto de un subterfugio legalista que habrá que corregir.
Alianza País se instala en el tema de la reelección y le pide a Lenín Moreno que no toque el tema en la Consulta. Muchos de sus legisladores quieren restablecer la posible reelección y su acción política se muestra resquebrajada por una realidad: el destape de los casos de corrupción que podrían llevarse en la avalancha lo que queda del legado de la supuesta revolución, congelar los corazones ardientes y dejar en una leyenda aquello de las manos limpias.
Vamos a ver la semana que entra si a la propuesta de Constituyente que lanzó Glas le quedan partidarios, o es una treta más…