El tenista sudafricano Kevin Anderson reacciona tras derrotar al español Pablo Carreno Busta durante el partido de la semifinal masculina del US Open en el Centro Nacional de Tenis de USTA en Flushing Meadows, Nueva York el 8 de septiembre de 2017. EFE
El tenista español Pablo Carreño no pudo acceder el viernes 8 de septiembre de 2017 a su primera definición de Grand Slam al perder ante el sudafricano Kevin Anderson en la primera semifinal del US Open.
Carreño, undécimo favorito en el cemento neoyorquino, comenzó bien, pero no pudo sostener el ritmo y cayó con parciales de 4-6, 7-5, 6-3 y 6-4 en dos horas y 55 minutos de juego ante un adversario que fue creciendo a medida que se iba desarrollando el encuentro.
Gracias a su victoria, Anderson, preclasificado en el puesto 28, jugará su primera final de Grand Slam ante el ganador del choque entre el español Rafael Nadal, máximo favorito al título, y el argentino Juan Martín del Potro, vigésimo cuarto cabeza de serie.
El sudafricano consiguió, además, algo poco habitual, que es llegar a una final de Grand Slam sin ser ‘top ten’. El antecedente inmediato hay que buscarlo en la definición del Australian Open de este año, cuando Roger Federer ganó en Melbourne siendo 17 del ‘ranking’, con la salvedad que el suizo había parado medio año para recuperarse de una lesión.
Para remontarse a una situación similar hay que ir hasta la edición 2014 del US Open, cuando el croata Marin Cilic, en ese entonces décimo sexto en el escalafón, superó en la definición a Kei Nishikori, que era undécimo.
Hoy, en la pista central de Flushing Meadows, el primer set mostró a un Carreño muy concentrado, especialmente enfocado en no cometer equivocaciones.
Si bien Anderson lo lastimaba con su saque y con su derecha, los errores no forzados del sudafricano, especialmente con su revés, inclinaban la balanza para el español, que quebró en el séptimo game para lograr una ventaja decisiva en función de llevarse el parcial.
Los 14 errores del sudafricano contra sólo uno de Carreño marcaron la pauta del segmento. En la misma tónica se planteó el segundo set, pero de a poco empezó a notarse una variante que terminaría siendo clave para el futuro desarrollo del partido: Anderson comenzó a calibrar su revés y, lo que antes eran errores no forzados pasaron a ser “winners”.
De esa manera, el español ya no ganaba con facilidad su servicio y empezó a sufrir en la medida que su rival iba recuperando confianza. Hasta que llegó lo inevitable: un revés cruzado ganador de Anderson provocó que el set cayera de su lado. Habían pasado 83 minutos y todo estaba como al comienzo, pero no tanto.
Carreño ya sentía que su momento en el partido había pasado, al tiempo que el trigésimo segundo jugador del ranking crecía en su juego.
Su poder no se limitaba al servicio, sino que también sumaba
“winners” con otros golpes. La tendencia continuó en el tercer parcial. Carreño no podía ser agresivo y el partido corría por los carriles que pretendía Anderson.
Un quiebre en el cuarto game le permitió tomar tranquilidad, amparado en un saque cada vez más sólido con el que no concedía oportunidades al español. A esa altura, Carreño ya lucía algo agotado, lo que se reflejaba en errores no habituales.
Del único fallo en el set inicial pasó a cinco en el segundo, ocho en el tercero y once en el cuarto, que tuvo un desarrollo casi calcado al anterior, con Anderson quebrando rápido y luego sosteniendo su servicio sin mayores sobresaltos.
Así el sudafricano se llevó el triunfo y el boleto a la final. Semejante logro a los 31 años ameritaba un festejo especial y el gigante de 2,02 metros lo hizo: subió la pared de unos tres metros de alto que separa la pista de las gradas y se abrazó con su esposa Kelsey, con su entrenador Neville Godwin y al resto de su equipo.
A Carreño, en tanto, le quedó la satisfacción de haber jugado el mejor torneo de su vida, aunque también una pequeña espina por no haber podido aprovechar una situación casi única.