La Ecuafútbol no corrigió a tiempo. Lo hizo a cuentagotas y demasiado tarde. Gustavo Quinteros administró la Tricolor a su antojo, después que salió Luis Chiriboga de la organización.
El técnico no tuvo la capacidad para administrar la selección de un país. Él dividió al grupo de futbolistas en lugar de unirlos. Originó una barrera entre serranos y costeños, emelecistas versus equis clubes, algo que no pasaba desde hace más de dos décadas en la Tricolor mayor. Ese es uno de los pecados de Quinteros, aparte de los errores en las convocatorias y alineaciones en el último año de las eliminatorias sudamericanas.
El escenario futuro de la Selección es complejo, con mínimas posibilidades de ir al Mundial de Rusia del 2018. A esa quimera se agregan las equivocaciones del seleccionador, quien insistió en ubicar de titulares a futbolistas que no merecían ser alineados ni convocados porque estaban inactivos en sus equipos.
Quinteros permanece en el cargo porque la Federación Ecuatoriana carece de los recursos para indemnizarlo a él y a su equipo (más de USD 1 millón por el resto del año). Él perdió la confianza de la actual dirigencia, a la que él considera que carece de conocimientos de fútbol y de liderazgo.
Aún así, los dirigentes son responsables directos de lo que pase dentro y fuera de la Selección. Ellos, especialmente su presidente Carlos Villacís, no pueden deslindarse sino asumir los errores de la Tri, sin importar que el cuerpo técnico ya estaba contratado cuando asumieron sus funciones.
Es necesario elaborar un plan a largo plazo, que incluya a las selecciones juveniles (masculinas y femeninas), con mejores capacitadores en todas las categorías, aclarando que los propósitos siempre serán ir a los mundiales y promoviendo nuevas generaciones de futbolistas. Pero hacer esto con Gustavo Quinteros es imposible. Él ya dejó en evidencia sus limitaciones para administrar una selección.