Se conmemoran 150 años del primer tomo de un libro que cambió al mundo. Foto: Captura de pantalla
Pablo Lucio Paredes* (O)
Uno de los escritos más comentados, analizados, glorificados o vilipendiados, con una enorme influencia histórica (para bien o para mal, entendido o no) incluyendo durante la reciente crisis del 2008 y el discutible incremento de la desigualdad en el mundo… y, ciertamente, de los más voluminosos, de más difícil comprensión y probablemente menos leídos! Recordemos que el propio Marx solo escribió y publicó en vida el primer tomo, los otros dos fueron editados, a partir de los manuscritos de Marx, por Engels (y hay, además, un cuarto tomo a veces no incluido en la lista).
Su esencia está ahí, en el propio título: ‘El Capital y Una crítica de la Economía Política’. Se enfoca pues, en el capital, es decir, el proceso a través del cual el valor se expande, cómo se reproduce y cómo todo este proceso es malentendido en el pensamiento dominante (… o bien entendido pero ocultado!).
‘El Capital’ ha sido primero muy criticado porque no se adecúa al desarrollo histórico, ya que hoy estamos muy lejos del mundo descrito por Marx, por ejemplo en términos de la globalización o los mercados financieros, pero hay que reconocer que ese no es el enfoque clave del libro sino de manera más esencial intentar develar las conexiones internas del sistema capitalista. Y esas conexiones, según Marx, tienen tres momentos fuertes al menos. Uno, el modo de producción, y no de intercambio, como esencia del análisis “el no ver en el carácter del modo de producción la base del modo de intercambio que le corresponde, sino a la inversa, está muy de acuerdo con el horizonte intelectual burgués, donde solo se piensa en hacer negocios”. Dos, el modo de producción determina cómo actúan las personas: “…en la figura del capitalista solo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase… menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una criatura… la competencia impone a cada capitalista individual, como leyes coercitivas externas, las leyes inmanentes del modo de producción capitalista”. Tres, quizás lo más importante, es la “ley del valor”, la determinación del valor por el tiempo de trabajo (en un análisis ciertamente más complejo que lo resumido, generalmente en estas palabras, pero que al final eso es el reflejo) y a partir de allí, como el capitalista extraplusvalor del trabajador.
Es ahí, en su esencia, donde ‘El Capital’ debe ser criticado, no por su inadecuación histórica sino por su falta de entendimiento correcto de la esencia del capitalismo. Por eso, en realidad nunca estuvo realmente vigente su pensamiento. Veamos tres temas esenciales (entre otros).
Uno, la concepción misma del capital. La visión más sencilla, completa y que abre otras puertas de análisis es la de David Ricardo: “El capital es la parte de la riqueza de un país que se emplea en la producción y consiste en vestimenta, utensilios, materias primas, máquinas, etc… necesarias para dar efecto al trabajo”. El capital es pues un conjunto de riquezas, consideradas bajo la óptica de su valor de uso y que “dan efecto al trabajo”, y es por ahí donde fundamentalmente se da el progreso como resultado de la interacción entre capital y trabajo. En cambio, Marx desdeña esta visión muy concreta y para él, el capital termina siendo una mezcla de su expresión monetaria, de su valor de intercambio, del capital variable y constante, etc, sin una comprensión real del capital, y todo esto porque no manejó correctamente la naturaleza del intercambio en el proceso capitalista.
Dos, sobre la base anterior, la determinación del valor en base al tiempo de trabajo y el concepto del plusvalor extraído. Marx parte de dos falencias. Una, es que el proceso de producción capitalista arranca, contrariamente a lo que cree Marx, no con el trabajador que produce valor y el capitalista lo extrae, sino con el capitalista que hace una apuesta hacia el futuro, invierte y hay un intercambio intertemporal, en el cual el objeto mismo del intercambio es el beneficio, o más concretamente la parte del valor de la producción representada por el beneficio. Dos, al no entender la naturaleza de este intercambio, Marx nunca pudo mantener vigente en su reflexión la justa igualdad que hay en los intercambios (o más bien la situación en la cual todos son ganadores en intercambios libres) y, por ende, siempre creyó que se inclinaba de manera injusta hacia el capitalista, ni tampoco el hecho que el valor está determinado en definitiva por la relación capital/trabajo que corresponde a la relación beneficios/salarios con base en dicho intercambio en el tiempo.
Tres, la “ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia” y de ahí su teoría de las crisis económicas capitalistas. Es una visión estática que es válida para ciertas actividades en ciertos momentos, pero de ninguna manera cuando se incorpora la dinámica del sistema y una visión de largo plazo. No solo la dinámica tecnológica como tal, sino incluso la dinámica de que la esencia del capitalismo (aunque pueda parecer paradójico en un sistema que se dice sustentado en la productividad) son los errores y limitaciones de los capitalistas, es porque unos no logran percibir todas las oportunidades dinámicas del mercado o no logran aprovecharlas, que surgen las nuevas oportunidades para nuevos capitalistas. Las crisis son evidentemente un cementerio de destrucción de ciertas situaciones, como son también la creación de nuevas. Y no fue Marx capaz de explicar, como sí la escuela liberal austriaca, por ejemplo, que las reales crisis son el resultado de distorsiones introducidas desde afuera en el sistema, por ejemplo a través de la manipulación de las tasas de interés que distorsionan la asignación intertemporal de recursos y de capital y, por ende, distorsionan el proceso esencial de intercambio intertemporal en el que están involucrados los beneficios.
El marxismo como aplicación política concreta, que el propio Marx criticó, fue un fracaso estruendoso. Pero un fracaso real -aunque más silencioso-, es su efectiva incapacidad -desde el primer día, desde su esencia- para entender el capitalismo. El marxismo no es un sistema científico como se pretendió sino finalmente un llamado emotivo frente a las desigualdades sociales y otros fenómenos que siempre impactan en la sociedad. Quizá su mayor aporte (no despreciable) es ayudar al capitalismo a reflexionarse y comprenderse mejor, lo cual es un ejercicio en (insuficiente) construcción.
*Decano de Economía USFQ en el tiempo.