El policía cogió un megáfono en la mano y comenzó a pedir a los vecinos que salieran de sus casas. “Desalojen por favor, salgan de inmediato”, decía. Las sirenas de un patrullero sonaban insistentes y la entrada principal al Grupo de Intervención y Rescate (GIR) lucía bloqueada. Eran casi las 14:00 y la evacuación tomó por sorpresa a los vecinos del barrio John F. Kennedy, en Pusuquí.
“No sabemos qué pasa. Solo me dijeron que saliera con mis tres hijos”, decía Fátima Peñafiel. Poco a poco, la gente comenzó a reunirse en la avenida Manuel Córdova Galarza y en la calle La Alborada. ¿Nos pueden decir qué mismo pasa?, preguntaba molesto un hombre. Los policías, en la calle, tampoco sabían. Habían varias versiones: traslado de municiones, apertura del búnker, precaución ante un posible estallido.
Una hora después y luego de terminada la evacuación, el comandante (e) de la Policía, general Wilson Alulema, daba detalles. “Se abrieron los contenedores y se temía que ocurriese alguna explosión (…) Ante la presencia de fiscal (Pablo Santos) se está procediendo al traslado y destrucción del material”.
[[OBJECT]]
Alulema estuvo en el GIR desde temprano, pero nadie autorizaba el ingreso a la zona donde ocurrió la explosión. Incluso el paso hasta las laderas del oeste fue bloqueado. Pero al ingresar por otras zonas se vio cómo volquetes de Emaseo retiraban los escombros.
“Estamos trabajando con seis unidades. Solo yo he hecho 12 viajes desde ayer y hemos sacado especialmente restos de vidrios y escombros”, dijo Édison Álvarez, el chofer de uno de los vehículos.
Desde arriba se veían cómo los techos de las oficinas internas del GIR estaban destruidas por completo, especialmente las que estaban cerca al búnker.
Los policías limpiaban los vidrios. En el ingreso ocurría lo mismo y hasta se retiraban la estructuras metálicas que removió la explosión. Los uniformados trabajaban en silencio. “Nosotros no podemos decir nada. Cualquier cosa pregunten a nuestros jefes”, señalaba uno de ellos.
Los comandantes llegaron temprano a las oficinas que se improvisaron a media cuadra del GIR.
Al general Alulema lo acompañaba el general Rodrigo Suárez, jefe de Operaciones. Estaban molestos y decían que se especuló sobre este caso. “A las 11:30 vamos a dar una rueda de prensa para explicar todo”, dijo Alulema.
No fue a esa hora, sino a las 12:00. Al casino de oficiales de la Escuela de la Policía, en donde minutos antes se terminó de limpiar los vidrios rotos, llegó acompañado por otros policías, y Oscar Bonilla, viceministro del Interior.
Allí también estaba el mayor Rodrigo Braganza, técnico en explosivos del GIR. Lo primero que se dijo es que en el GIR no había ni rastrillos ni polvorines, sin un búnker y zonas para almacenar municiones.
[[OBJECT]]
Pero fue el oficial Braganza quien explicó los primeros indicios del por qué ocurrió el estallido del jueves. “En el momento de cerrar el búnker se produjo una pequeña explosión y salió un fogonazo”.
Quien cerró la puerta fue el sargento Mauricio Herrera, quien precisamente es uno de los que tiene mayores complicaciones.
“Al momento que él vio el fogonazo salió rápido y evacuó el búnker, pero como la explosión fue rápida la onda expansiva le alcanzó al cuerpo”, sostuvo Braganza.
Por ello, el técnico negó que se trate de un mal manejo de artefactos explosivos: “Si fuese mala manipulación los resultados serían la muerte o mutilación de sus miembros”. No obstante, un testigo que estuvo en el lugar de los hechos contó a este Diario que todo se originó cuando se hacía una demostración de tiro. El búnker estuvo allí 15 años, aunque los vecinos que viven mayor tiempo allí dicen que nunca lo supieron. Hubo temor, pero se confirmó que el lugar de almacenamiento será reubicado. No se sabe a dónde.
Puntos de vista
Mario Vásconez /Arquitecto
‘Miremos los depósitos de combustibles’
Hay una serie de elementos peligrosos a lo largo de la ciudad que deben ser tomados en cuenta por las autoridades. No solo es el caso del polvorín ubicado en la sede del GIR, sino los lugares de almacenamiento de combustibles, los depósitos de gas de uso doméstico, etc. Esos factores pueden ser vulnerables y podrían generar problemas a la ciudadanía si se maneja ese tema con cautela. Creo que esas bodegas deberían ser ubicadas en zonas despobladas. Los problemas comienzan cuando las ciudades crecen y alcanzan a esos sitios. En ese punto considero fundamental el control municipal, para regular a estos lugares y ubicarlos en sectores alejados. Que no pase como con los tanques de combustible del El Beaterio, que por años estuvieron lejos pero la ciudad llegó a ellos.
Fernando Casares / Ex Fiscal
‘Si hubo negligencia, deberá ser sancionada’
Este Gobierno le privó a la Policía de personería jurídica, así que el Estado, a través de sus dependencias administrativas, deberán pagar las indemnizaciones. El cuartel está en una zona poblada y el manejo de explosivos debía hacerse con precaución. Hay que esperar las investigaciones de la Fiscalía para determinar qué pasó. Desgraciadamente cuando están involucrados elementos policiales o militares hay la tendencia de que se quede en el olvido. Sería bueno saber si las víctimas de casos anteriores recibieron indemnizaciones. Lo importante es poder llegar a determinar a los responsables de la custodia y manejo de los explosivos. Por responsabilidad, el Gobierno debe indagar si las infracciones fueron por acción o por omisión. Si hubo negligencia tendrá que ser sancionada de acuerdo con la Ley.
Christian Rivera / Paramédico
‘La información de la emergencia falló’
Las acciones de socorro en la explosión del GIR dejaron interrogantes y enseñanzas. En capacidad de acción estuvimos bien, pero en coordinación de traslados de heridos y en brindar información aún falta por pulir. Estamos preparados en un 80%. Las organizaciones deben tener plan de emergencia de tal manera que se establezcan albergues temporales, clasificación de heridos, vías de evacuación. Las ambulancias tuvieron problemas en llegar al sitio del desastre. Hay celos institucionales y eso no permite un trabajo en equipo. Lo primero es formar un comando de coordinación de incidentes. Lo correcto es que un representante por institución se reúna para coordinar ambulancias, patrulleros, hospitales. En el GIR, el COE se instaló tarde, cuando la información, por ejemplo, pudo haberse coordinado desde el inicio.
Dos heridos siguen en el hospital policial
Los 11 heridos que el jueves ingresaron al Hospital de la Policía, tras la explosión del polvorín en el Grupo de Intervención y Rescate (GIR), en Pusuquí, se encuentran fuera de peligro. Así se informó la mañana de ayer en la casa de salud, en el norte de Quito.
Nueve personas (seis cadetes, un policía y dos civiles) fueron dadas de alta. Dos heridos continuaban bajo observaciones médicas: un policía y un cadete.
El primero es el sargento Fabricio Herrera, miembro del Grupo de Intervención y Rescate (GIR). Él sufrió quemaduras de segundo grado y fue intervenido quirúrgicamente. La mañana de ayer, se encontraba en cuidados intensivos del Hospital acompañado de sus familiares.
Los médicos le explicaron a la esposa de Herrera, Glenda Hernández, que el uniformado se encontraba estable de salud y fuera de peligro. Los galenos no confirmaron la fecha en la que el gendarme sería dado de alta.
El cadete de la Escuela Superior Alberto Enríquez Gallo, cuya identidad no fue revelada, continuaba ayer bajo observación en la casa de salud. “Él tiene una herida profunda en la pierda, producida por un pedazo de vidrio que se incrustó. Pese a ello, se encuentra estable de salud”, dijo la fuente del hospital.
Según el funcionario de la casa de salud de la Policía, las nueve personas dadas de alta solamente tenían cortaduras y heridas pequeñas. “Salieron del hospital la noche del jueves”.
Una cadete de la Escuela de Policía, quien ingresó al hospital en un patrullero luego de la explosión en el GIR, fue atendida porque tenía problemas en los oídos. Ella también abandonó la casa de salud el jueves. Los aspirantes a oficiales salieron del hospital junto a sus familiares.
En un comunicado de prensa, la Policía Nacional informó que “13 cadetes, 3 civiles, 3 niños y 2 policías del GIR han sido atendidos por cortaduras y traumas acústicos” tras la explosión. Ellos se encuentran estables de salud.