Llevo ocho años como taxista y me han robado una sola vez. Fue en una época en que estaban cercanas las fiestas de Santo Domingo de los Tsáchilas.
[[OBJECT]]Tres mujeres que estaban vestidas con sombrero y botas, con pinta de vaqueras, me pararon el vehículo en la avenida Tsáchila y 29 de Mayo. Eran las 09:00 e iba por mi segunda carrera del día.
Me dijeron que les hiciera una carrera al recinto ferial que queda a 10 minutos de la ciudad.
De repente, una de ellas, la que se sentó en el asiento de adelante, empezó a subir y bajar el volumen del radio. Eso me pareció raro. Luego, la chica que estaba sentada detrás de mí, comenzó a acariciarme el hombro, el cuello y la oreja. La quedé mirando enojado. Yo le dije que no haga eso. No me respondieron nada. Ellas seguían como si nada. Incluso se reían.
De repente, la que estaba detrás me sopló al lado de la oreja y le dije que se porte seria, que no haga esas cosas. Momentos después de eso comencé a sentir una pesadez en mi cuerpo.
Los brazos, las piernas y la cabeza me pesaban. Estaba totalmente consciente de lo que sucedía pero mi cuerpo no respondía. La mujer que estaba sentada en el asiento de la derecha me agarró la pierna y la levantó del acelerador para que detenga el vehículo. También tomó el volante.
Alcancé a escuchar que una de ellas dijo “para el carro que los manes ya están detrás”. Me sentía cada vez más borracho.
Ellos querían llevarse mi vehículo. Lo único que pude hacer fue abrir la puerta, ya que cuando se abre el auto, automáticamente se bloquea luego de 10 segundos. Recuerdo que decían que no sabían cómo hacer para que el automóvil se mueva y se fueron.
No se cuánto tiempo estuve tirado en el piso. La gente pensaba que estaba borracho.
Un policía que patrullaba se percató de que yo estaba tirado en el suelo y cerca del carro. Me contó que de mi celular llamó a mi casa para que me fueran a buscar. Mi familia me cuenta que permanecí cuatro días dormido.