El Diálogo Presidencial 2017 era muchas cosas: una tribuna de exposición de ideas, una vitrina para exponer (y vender, no tengamos miedo a la palabra) ofertas y también una iniciativa para poner a prueba a los candidatos en un formato que, aunque no estaba concebido como un debate directo, sí los condicionaba a un exigente corsé. Pero el Diálogo también era un programa de televisión con plataforma en las redes, y eso requería de los candidatos y sus asesores una estrategia especial, con el ingrediente de que el candidato del oficialismo estaría presente.
En lo formal, los candidatos expresaron la importancia que le dieron al Diálogo, primero, con caravanas y barras en los alrededores de la manzana de Diario EL COMERCIO. En el vestuario, hubo formalidad, con los varones encorbatados y la dama socialcristiana con un vestido de noche. Solo Iván Espinel rompió con la solemnidad al salir sin chaqueta, un intento de mostrarse juvenil y desenfadado que quizás le resta jerarquía.
El lenguaje, cuyo uso delata quiénes somos y qué pretendemos, fue más diferenciador. Espinel lució vehemente y, con cubos rubik y frases fuertes, disparó muchas ideas y ataques. El extremo fue Guillermo Lasso, cuyas exposiciones giraron en torno a una sola idea, la del empleo. Con siete rivales exponiendo varias ofertas en un formato cortante, Lasso optó por la estrategia de ser sencillo para ser recordado.
En medio, Cynthia Viteri apeló al tuteo con la audiencia y también a la ternura. Se mostró menos agresiva que en el debate de la Cámara de Comercio y esta vez no se refirió a Lasso, pero sí se sumó a los detractores del actual Gobierno. Más belicoso estuvo Abalá Bucaram Pulley, que quiso posicionarse de entrada como contradictor de Alianza País, usó mucho la palabra “corrupción” y hasta dio un manotazo en la mesa.
Paco Moncayo no se salió de su estilo habitual, pausado pero con frases duras en contra del Régimen y recordando su hoja de servicios. Washington Pesántez también conservó su vocación docente para exponer sus proyectos. Patricio Zuquilanda lució más suelto al punto que se salía del libreto: en la franja de reforma política habló de acuerdos comerciales y reconstrucción. Y ganó atención en redes sociales cuando acusó al presidente Rafael Correa de poseer cuentas no declaradas.
Lenín Moreno declaró que las críticas en contra de AP no le afectan y se esmeró en proyectarse como el sucesor de las partes positivas del Régimen. Sin embargo, dos frases generaron reacciones: la de preguntarse cómo puede haber desempleo en un país rico como Ecuador, y la promesa de eliminar salvaguardias y bajar el porcentaje del IVA. Moreno no pudo mostrarse como el candidato diferente ante siete rivales empeñados en lanzar datos de un país en escombros: su misión era desmentirlos, pero esas frases mostraron una contradicción que en redes fue muy comentada.