Cuento chino. La versión de que a Osvaldo Redrobán lo sacaron del Ministerio de Educación por haber enviado él, por iniciativa propia, un oficio a los directores de provinciales de Educación para que hicieran un servicio de espionaje sobre profesores y dirigentes estudiantiles no se lo cree nadie. Que ese cuento se lo vayan a contar al ‘Cuentero de Muisne’.
Pensar que se puede creer esa caretucada, como dice alguien, es tener la convicción de que la gente es estúpida.
Lo que pasó con ese funcionario del Ministerio de Educación fue un grosero chivo expiatorio, cuando lo que se estaba cocinando era un burdo operativo para tener un inventario de posibles focos de oposición y protesta.
Se pretendía, como quedó evidenciado en el oficio, cuya existencia nadie se atrevió a negar, levantar un registro de filiación y afinidad política de profesores, rectores y dirigentes estudiantiles. Un registro que, además, incluía los datos personales y hasta los números de teléfonos de los potenciales espiados.
La evidencia que circulaba por redes sociales resultó ser demasiado fuerte como para negar su existencia o sacar uno de esos comunicados diciendo que todo fue un malentendido. Por eso tuvieron que armar un cuento chino.
El destape del documento reveló que quienes elaboraron la ficha para el registro usaron la palabra “proceso” en la casilla donde se debía poner si los espiados eran afines al mismo. Un término que la sanguinaria dictadura argentina usó durante la criminal purga de sus opositores. Terrible parecido.