Gustavo Ortiz es uno de los hábiles artesanos, con 50 años en la alfarería, en el sector La Victoria (Pujilí). Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Sus tres hijos no se interesaron en continuar con la tradición y legado de más de 100 años. A pesar de eso, Gustavo Ortiz, de 65, sonríe y mantiene el ánimo. Sigue trabajando con el barro en su taller, ubicado en el barrio El Tejar, de la parroquia La Victoria del cantón Pujilí, en la provincia de Cotopaxi.
Hace 50 años aprendió las técnicas para elaborar estas manualidades. Su abuelo, Luis Alberto, y su madre, Zoila, le formaron cuando tenía 12. Con sus hábiles manos da forma a esta masa color oscuro en figuras, ollas, tiestos, platos, pondos, tinajas, vasijas…
En su casa de estilo antiguo, localizada al filo de la carretera asfaltada, levantó un pequeño negocio. En el lugar exhibe una variedad de utensilios y tejas para la construcción, que él confecciona. Dice que trabajará hasta cuando tenga fuerzas.
Todos los días, a las 05:00, se levanta para alistar la materia prima. Cuenta que es una labor sacrificada, puesto que el barro crudo debe secarle al sol, luego golpearlo con un mazo y cernirlo en una zaranda hasta que quede hecho polvo. Lo más fuerte es el pisoteo durante tres horas.
En su taller, la materia prima en forma de bloque está lista. Con un pedazo de alambre corta en trozos. Luego lo traslada a una piedra en forma de plancha. Con otra más pequeña, llamada pataquina, golpea y expande en forma circular la masa, que es trasladada a un molde y finalmente va al torno, que hace girar con la pierna izquierda. Poco a poco se forma el tiesto. Con apoyo de un pedazo de cuero alisa el utensilio que aún se usa para tostar maíz, cebada y más granos.
Ortiz es uno de los 125 artesanos que trabajan en la alfarería en La Victoria. Hay dos fechas importantes para las ferias: Finados, en noviembre, y la Fiesta de la Cerámica, en febrero.
Hugo Vaca, presidente de la Asociación de productores Artesanales La Victoria, explica que hace dos años había 80 artesanos, pero el número subió a 125. “Estamos recuperando esta tradición. Ahora, los jóvenes trabajan en esta actividad. La idea es que este legado de más de 100 años no se pierda y tampoco migren”.
Manifiesta que tiene USD 20 000 para iniciar cursos de capacitación en nuevas técnicas. El objetivo es sacar nuevos productos y más finos. A la entrada de La Victoria está el taller de Mecías Molina. Confecciona tiestos, ollas, vasijas y tejas hace 30 años. El mejor alumno en moldear el barro es Leonardo, su hijo. Puede moldear, en el día, hasta 150 ollas pequeñas. Estas son guardadas bajo la sombra durante tres días. Con la venta financia los gastos de la casa.