Odila Rojas se lanzó el día del terremoto para proteger a su hija. Foto: Cortesía Ondina Rojas
El día en que se produjo el terremoto, Ondina Rojas, de 34 años, y su hija Keyla quedaron atrapadas 16 horas bajo los escombros de su casa, en Jama. Fueron rescatadas, pero ahora intentan superar las heridas físicas y emocionales que les dejó. Este es su testimonio:
“Mi hija y yo llegábamos de una fiesta, en Jama, y fuimos a bañarnos. Yo le pedí a Keyla que fuese en busca de una toalla para que se pudiera secar. Cuando empecé a sentir que la tierra se movía, le grite: Keyla no te muevas hija. Pero el movimiento fue más fuerte”.
Tenía la puerta del patio a unos pasos y podía salir, pero mi hija estaba en su cuarto. Lo único que hice es tomar la toalla y lanzarme encima para protegerla. De pronto empezamos a sentir que las losas, pedazos de paredes y otros objetos nos caían encima. Perdí el conocimiento.
Al despertar me di cuenta que estaba atrapada entre los escombros de lo que fue mi vivienda. Sobre mi pierna y parte de mi espalda tenía una columna. Yo y mi hija estábamos frente a frente. No había luz, el espacio era reducido y no había suficiente oxígeno. Mi hija al principio me decía: mamá me estás aplastando.
Intenté moverme pero mi pierna derecha estaba atrapada. Lo único que podía mover era mis manos, hice un esfuerzo para tratar de levantar mi barriga y no presionarle las piernitas. Soy una mujer de contextura gruesa, peso 170 libras y mi hija que estaba debajo de mi pesa 40 libras.
El transcurso del tiempo fue difícil. Keyla me decía: mamita no te veo, yo le decía que me toque la cara y le repetía que estaba con ella. Fue muy difícil cuando me dijo: mami tengo sed, dame agua. Lo único que encontré en ese momento fue un trapeador, me puse en la boca y empecé a chuparlo. Esa agua le tiraba en la boca. Keyla me decía: no mami esa agua no, ‘guacatela’. Tráeme leche chocolatada, dame cola, hay en la ‘refri’. Mi hija me pedía que me levante y le dé de comer. Trataba de mantener la calma y le explicaba que no me pida más de lo que podía hacer en ese momento.
Le indiqué que se tome esa agua para que nos mantengamos vivas y rezábamos para que nos encuentren.
Hubo un momento en que mi hija se empezó a desesperar y me decía mamita yo no me quiero morir, me empezó a rasguñar de la angustia. Yo le decía que eso no iba a pasar y que Dios nos iba a salvar. De pronto escuchamos la voz de un vecino. Él dijo ‘chusa’ aquí parece que se quedaron aplastadas la señora Ondina con su bebita. Ahí empezamos a gritar: ¡ayuda estamos vivas!
El señor fue por apoyo y regresó con más personas. Me empezaron a preguntar en qué losa estaba y yo mencioné que lo único que sentía era el piso. Mi vecino me dijo que teníamos dos losas encima. Toda la casa se derrumbó.
Yo lloraba pidiendo ayuda, luego vinieron unos rescatistas de Quevedo (Los Ríos) y removieron los escombros, formaron un túnel. Cuando ella salió luego de casi 16 horas mi cuerpo cayó al piso y sentí una presión mayor en la pierna. Yo sentía que no iba a poder resistir y les dije que no me sacaran. Les dije que lo que yo necesitaba, mi hija, estaba afuera. A mí me rescataron una hora más tarde y me llevaron a un hospital.
Tengo siete puntos en la pierna, tres debajo de la rodilla y 12 en la planta del pie, por las heridas. A mi hija se le inflamó un nervio, su pie está dormido y recibe terapias.
Mi padre murió, perdí mis bienes materiales, pero estoy viva, y estoy viva porque tengo a mi hija. Estoy agradecida, ese es el mejor regalo en este Día de la Madre.