Columnista invitado
Gelatinosa. No de otra forma puede calificarse a la última carta de Lenin Moreno. De alguien que ocupó la segunda magistratura del país, y que hoy se perfila como probable candidato a la Presidencia, se esperaba más. Mucho más.
La superficialidad y ligereza que transpira la misiva generan dudas respecto de la consistencia, así como de la capacidad política, de un personaje que amaga con tomar las riendas del Ecuador. Provoca suspicacia, al menos en aquellos que luego de una década de correísmo no confundimos a un estadista con un detergente.
El episodio epistolar genera decepción e incertidumbre en varios frentes. Particularmente en aquellos grupos que, tanto al interior de Alianza País como por fuera, siguen apostándole a Moreno como eventual recambio de Correa.
La carta no dice absolutamente nada respecto de temas fundamentales. Al parecer, no existe crisis, ni corrupción, ni violación de los derechos humanos, ni desmantelamiento de las instituciones, ni restricción a las libertades, ni depredación ambiental. Quizás por ello Moreno propone continuar con el mismo proyecto; eso sí, luego de aplicarle una candorosa cirugía plástica.
Si –como anuncian sotto voce– Lenin Moreno pretende disputarle a Jorge Glas la candidatura por el oficialismo, arranca con el pie cambiado.
En las actuales circunstancias, la vaguedad es una pésima estrategia. Empezando por negar lo obvio: el irreversible agotamiento del correísmo. Argumentar a favor de “consolidar los avances de la Revolución Ciudadana”, en un momento de ajustes y paquetazos, equivale a acortarle la soga al ahorcado. Contradice la realidad. Y el electorado sí se da cuenta.
En ese sentido, el mensaje del vicepresidente Glas es más categórico y convincente. Promete profundizar el modelo empresarial, extractivista, concentrador y excluyente que se ha afianzado en los últimos tiempos. Es decir, darle viada a los pininos neoliberales de Correa. Para ello cuenta con la adhesión desesperada de miles de burócratas y militantes verde-flex, aterrorizados con la posibilidad de perder sus prebendas. Si Glas resulta ungido, hasta los hinchas más incondicionales de Moreno harán una frenética campaña por él.
En efecto, parece difícil que la argolla íntima del poder correísta ceda ante las pretensiones de Moreno, incluso a pesar de las evidentes diferencias de potencial electoral entre ambos precandidatos.
Cuando la política se ha convertido en un instrumento de acumulación de riqueza, las negociaciones cambian de tónica. Para los grupos económicos que han florecido o engordado a la sombra del correísmo, más les conviene un acuerdo con sus homólogos, aunque pertenezcan a una tienda política distinta, que otra aventura refundacional como la que reivindica el ex Vicepresidente.