Luis Lara muestra a un grupo de estudiantes varias figuras de cerámica de las culturas Panzaleo, Puruhá… Foto: Modesto Moreta/El Comercio
Ollas, compoteras, platos, figuras humanas hechas con barro, hachas de piedra, cuchillas elaboradas con piedra de obsidiana, troncos petrificados o fósiles son parte de los objetos y utensilios que Luis Lara exhibe en un museo.
Los recopiló en sus 35 años dedicados a la investigación de las culturas prehispánicas asentadas en el cantón Píllaro, en Tungurahua.
Cuando los turistas y estudiosos llegan a conocer este contenedor, ubicado en el sector de San Juan, de la parroquia San Miguelito, Luis explica detalladamente los lugares donde localizó estos vestigios de las culturas Puruhá, Panzaleo y Cosanga-Píllaro.
El domingo pasado, Erik Chasi visitó el museo. El joven estudiante llegó de Ciudad Nueva de Píllaro. Durante el recorrido, que toma unos 20 minutos, conoció parte de la historia de estos pueblos, su cultura y su estilo de vida, que se muestran en su cerámica.
Además, los objetos que usaban en su vida diaria y las piedras ceremoniales que nos llevan a conocer sobre los sacrificios que ellos realizaban. “Es un lugar importante para aprender y entender nuestra historia. Es interesante su cerámica y el estilo de vida de los pueblos aborígenes del Ecuador”, comentó alegre Chasi.
A sus 17 años, era la primera ocasión que visitaba un museo donde su propietario explica cada uno de los objetos y utensilios que se muestran en las estanterías de madera.
En el primer cuarto se encuentran grandes vasijas de barro donde eran enterrados. Lara explica que ha recorrido todo el cantón Píllaro en búsqueda de los indicios de las antiguas culturas que poblaron esta jurisdicción de Tungurahua.
El objetivo es aportar a la educación de los niños, jóvenes y adultos. Se guardan en el museo 200 armas de guerra, como hachas de piedra, 500 piezas de cerámica y otros utensilios de las culturas Cosanga-Píllaro, Puruhá y Panzaleo, además de muestras petrificadas de árboles, monos, huesos de un ave que midió
2 metros de largo y del mastodonte que también se localizó en Punín, en Chimborazo. De acuerdo con sus estudios, la Cultura Puruhá se extendió por la parroquia Guapante (Píllaro), es decir, no estuvo asentada solo en Chimborazo, pues se encontró también en Cotopaxi y parte de Tungurahua.
Aseguró que se localizó un asentamiento de 4 kilómetros con restos de esa cultura, están diseminados a lo largo del Qhapaq Ñan o Camino del Inca. “Casi no se hace nada por recuperarlos, por eso me he interesado en rescatar una parte de lo que queda de estos pueblos importantes. La idea es que todos conozcan y aprendan cómo fueron y cómo vivieron, hace más de 700 años”.
En las excavaciones se encontraron los estilos de construcción que usaban las antiguas culturas, como piedras tallas en forma de estacas cónicas que se apilaban y daban forma a las viviendas. Estas eran cubiertas con paja.
Lara se lamenta porque gran parte de la cerámica está destruida, debido a que los propietarios de los terrenos las dañaron al usar tractores para arar la tierra y producir.
En la investigación desenterró platos, ollas trípodes, pondos para enterrar a los muertos o guardar el grano y el agua. Restos petrificados de maíz, mashua, melloco y la oca, que era la alimentación diaria de estos pueblos prehispánicos. Esta se complementaba con la caza de venados.
Los textiles estaban tejidos con cabuya y las armas estaban elaboradas a base del uso de la piedra. “Soy el custodio de todos estos bienes que fueron inventariados por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural. La gente puede venir y aprender”, afimó Lara.
Todas estas excavaciones científicas le ayudaron a escribir tres libros. Este aporte es importante para los estudiantes, maestros e investigadores, porque hablan de las tres culturas en cuanto a cerámica, el tipo de vivienda y arquitectura, forma de vida y más.
Otra de las turistas que recorrió este museo que se levanta en una vivienda construida con bahareque y ladrillo fue Carolina Moya. Su objetivo fue conocer la cerámica, los utensilios de piedra y obsidiana que utilizaban las antiguas culturas y que está estudiando en el colegio.
Para Moya, no es lo mismo lo teórico que conocer en vivo. “Creo que hay que enseñar y aprender asistiendo a los lugares donde hay estos vestigios”.
Jonathan Cocha, su compañero, cree que hay que proteger más los sitios donde están los restos arqueológicos para que no se pierdan y se continúe con los estudios.