No queda más que imitar a los papas defendiendo los lugares santos del dominio musulmán y pelear en favor de la Casa de la Cultura, seriamente amenazada por las huestes verdes. No contentos con despilfarrar la plata en dos inmensas plataformas al norte y sur de Quito, ahora van contra la patriótica obra de Benjamín Carrión que a su tiempo pronunció: “Si no podemos ser una potencia militar y económica, podemos en cambio ser una potencia cultural, nutrida de nuestras ricas tradiciones”.
Desde el 9 de agosto de 1944 en que la fundó Velasco Ibarra, la Casa de la Cultura se inició en las calles García Moreno y Sucre, para luego ocupar los 50 000 metros cuadrados frente a El Ejido y atesorar 5 261 obras de escultura, pintura, grabados, muebles, textiles, orfebrería, joyería y porcelana, durante 72 años. Es decir, un monumento del cual se desprendieron filiales en las provincias, pero quedando intacto el derecho de ser la matriz. Se escucha que necesitan el terreno, para lo cual deberán tumbar las edificaciones que albergan muchas salas patrimonio de la culturanacional y preferentemente quiteña.
Nada de extraño sería que quieran empeñar las letras al igual que las reservas de oro del Banco Central y desaparecerlas como lo están haciendo con la seguridad social de similar existencia. Ojo con la Casa de la Cultura, símbolo del pensamiento, literatura, poesía y todas las virtudes con que adornaron su destino, preclaros ecuatorianos que la cuidaron como indiscutible tesoro.