La observación de la ruta del ferrocarril más difícil del mundo (la Nariz del Diablo) es la principal atracción de esta zona. Fotos: Raúl Díaz para El Comercio
Desde el mirador de Tolte, una comunidad indígena de la parroquia Pistishí, situada a 30 minutos de Alausí, se puede mirar cómo el tren de Ferrocarriles del Ecuador recorre por un complejo sistema de rieles para descender por una empinada montaña denominada la Nariz del Diablo.
Solo desde ese punto, por estar situado justo frente al cerro, se puede observar el ‘zigzag del tren’, una ingeniosa maniobra en la que el tren llega hasta un punto y luego retrocede en la pendiente. Esta maniobra diseñada por los ingenieros del equipo de Eloy Alfaro le dio la fama al sector de ‘la ruta en tren más difícil del mundo’.
La comunidad aprovechó ese espectáculo para iniciar un emprendimiento turístico asociativo. En Tolte se ofrecen recorridos por un sendero que llega hasta el mirador para observar el tren en compañía de guías nativos, cabalgatas por la comunidad, recorridos en bicicletas, visitas a las granjas frutales y hortícolas, artesanías y un menú típico en el restaurante comunitario.
Pero la oferta turística no solo se limita a los servicios para los visitantes y disfrutar de los paisajes de la Serranía, sino que también incluye la experiencia de compartir con los comuneros, su cotidianidad, el trabajo en las granjas, las leyendas de sus ancestros y las prácticas culturales de los puruhá.
La iniciativa, patrocinada por la Fundación Maquita Cusunchic (MCCH), comenzó con un grupo de nueve mujeres de la comunidad en el 2009, pero hoy involucra a las 80 familias que habitan allí. “En un inicio todos éramos incrédulos, no pensamos que los turistas iban a querer venir hasta acá, luego nos capacitamos, descubrimos en el turismo una oportunidad para progresar y decidimos apoyar este proyecto”, cuenta Francisco Moina, presidente de la Junta Parroquial de Pistishí.
La primera acción fue la capacitación para los prestadores de servicios turísticos. Nueve mujeres fueron seleccionadas para aprender sobre atención en cafeterías y preparación de alimentos mientras que otros 17 jóvenes y adultos se preparaban como guías nativos.
Rosa Sauce fue una de las fundadoras de la iniciativa. “Aquí la situación económica era desesperante, dependíamos únicamente de la agricultura y como no tenemos agua, ganábamos muy poco con la producción, por eso todos migraban al extranjero”, recuerda Rosa. Para ella y su familia, su situación económica cambió en cuanto empezó a trabajar en el restaurante comunitario. Según ella, la capacitación que recibió con los técnicos de MCCH la convirtió de agricultora en emprendedora.
Los comuneros se dividieron en grupos para prestar los diferentes servicios comunitarios. Mientras un grupo se turna para atender la cafetería, otro se ocupa de los paseos en caballos y bicicletas por la comunidad, hay dos rutas disponibles.
Entre tanto, en el restaurante se sirven platillos típicos de la localidad como el caldo de gallina de campo, el conejo y el cuy, pero con un estilo gourmet. José Moina, un chef oriundo de Tolte que se capacitó en Inglaterra, fusiona los sabores tradicionales con las técnicas de la cocina mediterránea.
Cada mes llegan a la comunidad unos 700 turistas. Los comuneros ya preparan una segunda etapa del proyecto para ampliar la cafetería y el menú.