Quito, la ciudad inmortal cuyo himno recuerda su hidalguía en la Historia, está ahora irreconocible. Si resucitaran los abuelos, se caerían como Condorito, al ver la capital del siglo XXI convertida en cueva de ladrones, como dijo Jesús.
Mientras la delincuencia campea en Quito, el Burgomaestre que más nos ha hecho extrañar a nuestros excelentes alcaldes anteriores, asigna extrañas tareas a los policías locales (pagados por nosotros, por supuesto).
En vez de combatir la delincuencia, persiguen a los infractores del pico y placa. En vez de cuidar la urbe, nos cobran por estacionar vehículos en nuestras propias calles (ya mismo cobran arriendo a los propietarios de viviendas del Distrito “Medio puritano”). En vez de desalojar invasiones, desalojan a los dueños de casas que fueron estafados por constructores inescrupulosos, los cuales tenían todos los permisos municipales… aunque nadie sabe cómo los obtuvieron.
Lenín Moreno, nuestro vicepresidente, ha iniciado la campaña cívica “Ecuador sin barreras”. ¿Por qué no seguimos el ejemplo del Mandatario y empezamos una campaña cívica que se llame “Quito sin Barrera”.
Si una barrera te impidiera respirar, ¿qué harías al respecto? Este momento no interesa el aeropuerto o el metro, tanto como la seguridad ciudadana. Porque los ladrones terminarán robándonos en el metro y usando el aeropuerto como ruta de escape.