A las 21:30, de hoy, 4 de junio del 2015, la calles Vargas y Matovelle, en el centro se llenan de estudiantes que salen en grupos del Instituto Nacional Mejía, en el centro de Quito. Ellos, entre risas, se molestan, conversan y al final se despiden cada cual para su casa.
En este centro educativo asisten por la noche 320 estudiantes, afirma René Toapanta, viceinspector general de la jornada nocturna del Instituto Nacional Mejía.
En este establecimiento nocturno los jóvenes cursan desde el noveno hasta tercero de bachillerato.
La mayor cantidad de estudiantes se encuentra en segundo y tercero de bachillerato.
Toapanta explicó que los alumnos que cursan por la noche lo hacen porque trabajan en la mañana o la tarde o porque son jóvenes que tienen su propia familia y que necesitan el día para sus labores. La mayor cantidad se apunta por un bachillerato de ciencias exactas.
Diana Castro , de 24 años, trabaja en una empresa familiar por las mañanas y estudia por las noches.
De martes a viernes no usan uniforme y van con la ropa que más les guste. Solo el lunes y cuando tienen eventos especiales visten el emblemático uniforme del Instituto Nacional Mejía.
Otro estudiante de esta institución es Nicolas Cangaguamín, de 19 años. Él entrena box en las mañanas y da clases de jujitsu por las tardes.
A pesar de que vive en el sur, él afirma que siempre quiso estudiar en el Mejía. Él quiere culminar sus estudios secundarios para después ser un paramédico.
Otro joven que salía de uno de los cursos es Victor Mina, de 18 años. Él entrena fútbol en doble jornada en el Deportivo Quito. Él juega de volante 10. Para Mina estudiar en la noche se requiere de fuerza de voluntad. Le agrada que los profesores le exigen y le imparten no solo conocimientos sino que también les aconsejan.
Afirmó que “si no le sale nada en el fútbol”, estudiará gastronomía en la universidad.