El sector montañoso de María Elena, ubicado en el desierto de Atacama es el lugar más seco de la Tierra según investigadores chilenos. Foto: Archivo EL COMERCIO
Se trata de un sector montañoso al norte de la oficina salitrera María Elena que incluso supera a pampa Yungay, cerca de Antofagasta, donde la NASA, desde el año 2003, ha hecho pruebas de prototipos de sus rovers para Marte.
Pero lo más llamativo es que, aunque la humedad relativa del área es de 0,15% -igual a la registrada por el Curiosity en la superficie de Marte-, es hogar de una abundante colonia de microbios extremófilos.
“Estudiamos la composición de la vida que hay allí y la gran variedad de microorganismos impresiona. Es un lugar absolutamente árido en el que no hay vestigio alguno de vida orgánica en la superficie, pero existen estos microorganismos”, dice el biólogo Rafael Vicuña, quien dirigió el trabajo.
Hasta el desarrollo de esta investigación, que aparecerá pronto en la revista Environmental Microbiology, los extremófilos (como se denomina a estos organismos) y su relación con la astrobiología no eran temas habituales para Vicuña.
Fue su entonces alumno de doctorado, Armando Azúa, quien lo convenció de embarcarse en el tema. “Tras las investigaciones de la NASA, el área de Yungay se estableció como uno de los lugares más secos del desierto de Atacama y, por ende, del mundo, pero como yo nací en la salitrera Pedro de Valdivia y me crié en Chuquicamata, sabía perfectamente que Yungay estaba lejos de ser el área más seca”, explica Azúa.
“Yo recordaba varios lugares donde se presentaba la combinación de tres factores que son claves al buscar lugares más secos, que eran básicamente la ausencia de camanchaca, la inexistencia de nubes y la alta presencia de viento”, cuenta. Es así como a partir de 2008 se dedicó a buscarlos.
Finalmente, encontró cuatro candidatos, de los cuales uno de ellos resultó ser el más seco registrado en la zona de María Elena. “Además de medir la temperatura en la atmósfera, colocamos sensores de humedad en el suelo hasta un metro de profundidad, en línea con las próximas misiones a Marte, que buscan hacer este tipo de experimentos para detectar la potencial presencia de moléculas orgánicas”, explica.
Para Azúa, María Elena y no Yungay es el verdadero lugar análogo de Marte en la Tierra, hasta que no se encuentre otro mejor.
Varias son las preguntas que surgen, pero la primera conclusión es que si ese lugar es igual a Marte y hay vida, también se abre la posibilidad de que exista en el planeta rojo.
Otra interrogante es cómo llegó la vida allí. Para Azúa, lo más probable es que estén en el mismo lugar hace miles o incluso millones de años, ya que los microorganismos se mueven con el agua, pero aquí prácticamente no la hay.
El biólogo, quien hoy forma parte de la red de colaboración internacional Blue Marble Space Institute of Science, ahora está rastreando la posibilidad de que en el desierto existan lugares aún más secos, con la meta de encontrar uno en el que sea imposible la vida. “Sería interesante encontrarlo y determinar así cuál es el límite de la vida en un ambiente de ese tipo”.