Diego Milito, el ídolo de Racing de Avellaneda.
“Pongan la cifra ustedes. Eso no es un impedimento”, escuchó Víctor Blanco. Aturdido por la respuesta, el entonces presidente residual de la Academia tardó unos segundos en asimilar el mensaje.
Las palabras de Diego Milito tenían un motivo. El delantero, a los 35 años, quería regresar a Racing para despedirse con todo y entre los suyos.
Su deseo más íntimo era el de erigirse en ídolo, una palabra selecta que, a su entender, le corresponde a unos pocos. Para eso, no podía permitirse volver de una manera decadente. Deseaba que fuera como partícipe necesario.
De hecho, este título debe explicarse desde Milito como artífice imprescindible. Lejos de la razón, el dinero para el Príncipe era lo de menos. Si había algún obstáculo, su salario jamás sería un estorbo. Desechó ofertas millonarias de Qatar, China y Estados Unidos para regresar a su segunda casa.
La morada que transita desde los 9 años. Lo suyo con Racing es una verdadera historia de amor y desde el corazón convenció a su familia para abandonar las comodidades de Europa.
“Esto es tocar el cielo con las manos. Amo este club”, dijo, segundos después de saberse campeón otra vez. Desde el primer día, el gran capitán se convirtió en el líder positivo de un equipo con 14 caras nuevas y un DT que llegó a tambalear.
Fue el propio Milito quien, en tiempos de derrotas, se enfrentó a todos para oxigenar un ambiente que se tornó espeso y levantó la bandera que blindó la continuidad de Diego Cocca.
Pongan la cifra ustedes. Eso no es un impedimento
Emigró en 2004 a Genoa, donde perforó redes en el calcio. También jugó en Zaragoza y se consagró campeón de la Liga de Campeones con Inter, dirigido por José Mourinho.
En su etapa anterior en Racing, alternó la titularidad con Rafael Maserateci en la epopeya del paso a paso de 2001, el año en el que Racing gritó campeón tras 35 años.
Con Francisco Maciel y Martín Vitali, el actual emblema del campeón del fútbol local tuvo el privilegio de jugar los 19 partidos en el conjunto de Mostaza Merlo. Si en aquel torneo, el protagonismo y la ascendencia no le correspondían, ahora, todo, absolutamente todo, pasa por su tamiz.
Su palabra en el vestuario ya es la de un hombre maduro que sabe y entiende las prioridades. Por ello es el referente absoluto que se respalda en Sebastián Saja para marcar el ritmo dentro y fuera de la cancha.
Caudillo irreemplazable, su ausencia en los partidos con Lanús, Newell’s, Boca (contra el xeneize jugó en la reanudación y Racing dio vuelta el partido) y por la Copa Argentina coincidieron con las producciones más bajas de su equipo.