Amenazas terroristas, protestas, denuncias y disputas geopolíticas, son pocos los Juegos Olímpicos que estuvieron atravesados por tanta polémica extradeportiva como los de Sochi, pero tras la ceremonia de inauguración de mañana los focos volverán a apuntar a los atletas.
Una fiesta que se anticipa como imponente en el estadio Fisht dará la bienvenida al máximo evento del deporte invernal, que contará con 12 competencias nuevas y otorgará un récord de 98 medallas de oro distribuidas en 15 deportes.
“Los Juegos son para los atletas y estamos listos para recibir a los mejores atletas invernales del mundo”, aseguró el alemán Thomas Bach, que vivirá en el balneario ruso su primer gran desafío como presidente del Comité Olímpico Internacional (COI).
Bach espera que el comienzo de las competencias le permita dejar atrás los dolores de cabeza que le generaron los primeros Juegos de invierno en Rusia, mucho más turbulentos que la apacible Vancouver en 2010.
No le resultará del todo sencillo mañana, porque el presidente ruso, Vladimir Putin, hará valer en la ceremonia buena parte de los USD 51000 millones invertidos para los Juegos, una cifra sin precedentes en el olimpismo.
Para el jefe del Kremlin, Sochi 2014 es una apuesta política y hasta personal desde que hace casi diez años decidió crear prácticamente de cero un centro olímpico en la convulsa y estratégica región ubicada entre el Caúcaso y el Mar Negro, en el extremo sur de Rusia.
“Es especialmente lindo ver lo que pasa aquí, porque yo elegí personalmente el lugar”, dijo Putin, que estará acompañado por jefes de gobierno o de estado extranjeros de más de 50 países, pese a las significativas ausencias de líderes internacionales como Barack Obama, presidente de Estados Unidos, su par francés François Hollande, o la canciller alemana Angela Merkel.
Las críticas internacionales se multiplicaron tras la firma en 2013 de la cuestionada ley “anti-gay”, que prohíbe la “propaganda de orientaciones sexuales no tradicionales” frente a menores. Las detenciones de opositores y las restricciones a libertades básicas en Rusia también generaron una ola de cuestionamientos de líderes y organizaciones occidentales y politizaron al extremo los Juegos de Sochi.
El deporte también quedó en un segundo plano debido a las amenazas de líderes islamistas chechenos y los atentados que a fines de diciembre mataron a más de 30 personas en Volgogrado, a unos 700 kilómetros de Sochi.
Las autoridades aseguran que el inédito despliegue de 40.000 agentes, sin contar la seguridad privada y los helicópteros que sobrevuelan los cielos, no implica la militarización de los Juegos.
Putin querrá evitar a toda costa cualquier desliz, ya que espectadores de más de 200 países seguirán en vivo por televisión las competencias, que se disputarán entre el 7 y el 23 de febrero y contarán con una participación récord de 87 naciones.
Entre ellos habrá 20 españoles, liderados por el patinador Javier Fernández y la esquiadora Carolina Ruiz, así como más de 30 atletas latinoamericanos, especialmente de Argentina, Chile y Brasil, que buscarán lograr la primera medalla invernal en la historia de la región.
Figuras internacionales como el patinador ruso Evgeni Plushenko, el snowboarder estadounidense Shaun White, el biatleta noruego Ole Einar Bjorndalen o el ídolo del hockey canadiense Sidney Crosby buscarán mostrar al mundo que las estrellas pueden surgir de la nieve y el hielo. Y que los Juegos son, pese a todo, una fiesta del deporte.