Poetas participantes del Festival Internacional de Poesía Ileana Espinel que se desarrolla del 18 al 22 de noviembre de 2014 en Guayaquil. Foto: Cortesía
En un recital de la ‘novísima poesía’ de Guayaquil el público desprevenido se puede encontrar con una mujer que habita demonios, que baja y sube por los vericuetos del amor una vez tras otra y a los que todos reconocen por sus rodillas rotas.
O con una declaración provocadora: El dolor siempre supo a esperma y a rosas muertas, otro verso de la poeta María Fernanda Campos, estudiante de comunicación de 25 años.
Raquel González, una nutricionista de 28, le dedica un poema al “querido macho, máscara intimidante de los cobardes”. Y la periodista Mariela Toranzos (26) suelta con desenfado esta otra declaración: “Mi patria es mi sexo, esa caverna cálida donde habitan los fantasmas de los hijos que no quise…”.
Las tres participaron el pasado martes (18 de noviembre de 2014) en uno de los recitales del Festival Internacional de Poesía Ileana Espinel, que se desarrolla hasta mañana sábado 22 de noviembre en el Puerto Principal. Entre los poetas locales de entre 17 y 30 años que participan del encuentro, 18 son mujeres y solo 8 hombres.
“La poesía femenina siempre ha estado allí, su visibilidad ha sido el tema complejo”, explica Mariela Toranzos, cuyos poemas suelen estar llenos de rabia y reclamo. “Augusto Rodríguez (el impulsor del festival) hace un esfuerzo consciente por incluir mujeres. Es algo que no siempre pasa: no sólo en Guayaquil, sino en otros festivales”.
Para González, que ya publicó su primer libro (‘El sueño de las mariposas’), los movimientos poéticos son un tanto machistas. Y según ella se ocupan de la poesía varonil porque existe la creencia de que la mujer como ser emocional y sensible solo produce versos románticos.
“Pero eso es falso. Nuestra poesía está conectada con el mundo actual, donde la mujer es independiente, agresiva, más completa y versátil”, asegura.
Diana Alvarado, novel escritora que también participa en el festival, cree que las mujeres de hoy son audaces, conversan mucho y se sienten identificadas con los sentimientos de los demás. Y eso ayuda muchísimo a escribir, dice.
Para esta abogada de 32 años la poesía es un acto desahogo. “Tú gritas sin que te escuchen, odias sin decirlo, ¡caramba no le haces daño a nadie!”, reflexiona entre risas. Quizás sea por eso que hay poemas que ellas se reservan para sí.
El festival lleva el nombre de Ileana Espinel como una forma de reivindicar la figura de femenina en la literatura y abrirle puertas a la poética de las mujeres, según el poeta Augusto Rodríguez, director del encuentro. “Creo que las voces femeninas siempre han sido ocultadas, invisibilizadas o marginadas. Ellas siempre han escrito, lo que pasa es vivimos en un medio ecuatoriano y latinoamericano bastante misógino”.
Estas jóvenes, unas con un solo libro publicado, otras con unos poemas recogidos en el libro-antología del festival, escriben desde la intimidad, a menudo como si de un diario se tratara.
La escritura entraña un acto ‘súper íntimo’ para Toranzos, por ello es tan difícil mostrarle su literatura a todos.
Leer en público y publicar poesía es como desnudarte, agrega González: “Es denudar el alma, muestras todas tus cicatrices, tus emociones, tus miedos, los muestras al mundo. Y es tan íntimo que dudas”.
Pero todas celebran la escritura como un acto liberador. A los 19 años Campos perdió a una persona que amaba y la poesía le ayudó a lidiar con todo lo que la estaba matando por dentro. “Fue un salvavidas, me ayudó muchísimo y me sigue ayudando y me sigue salvando”.
¿Pero qué esperan estas mujeres de la poesía? “De la poesía no se espera nada, ya te regala mucho. A mi me regala paz y satisfacción”, responde Alvarado. “A mi me quita un peso de encima”, contesta Campos.