La agrupación española se presentó ayer, 13 de noviembre, en el Ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.
“¡Cer-dos, cer-dos!”, así gritaba un pequeño grupo de no más de diez personas a los policías vestidos de negro y que, resguardados con sus escudos, establecían un perímetro de seguridad frente a la puerta principal del Ágora de la CCE ayer jueves 13 de noviembre previo a la presentación del grupo español Ska-P en Quito.
Sin embargo, en las afueras no había solo diez sino al menos una centena de seguidores que a esa hora deambulaban en los alrededores sin una entrada. Adentro, el evento ya había empezado con la presentación de los locales Suburbia.
Afuera, la llegada de la van del grupo vallecano conmocionó a los que optaban por el ‘veredazo’ en la parte posterior del local y no perdieron oportunidad de acercarse a sus ídolos. Eso no habría gustado a la fuerza del orden quien, según un representante de la organización, habría dispersado a la gente con amenaza de tolete y gases lacrimógenos.
Pese a esto, la banda descendió de su transporte y de inmediato se vistió de instrumentos y se preparó para saltar al escenario. Los esperaba un auditorio lleno en un 95% y ávido de ska punk. Minutos después de la hora pactada se encendieron las luces y el octeto se enfrentó a su público tras una ausencia de seis años en tierras quiteñas.
Empezaron haciendo honor al primer tema que interpretaron. Sonó Full Gas, desatando una explosión de un baile que requiere dar saltos alternados entre cada pie mientras se giran los brazos alternados en forma circular. Esa fue la tónica. Baile intenso, sudoroso y sin tregua desde el público mientras el ensamble continuaba con Estampida y Niño soldado.
A este tema le acompañaron imágenes que describían gráficamente la penosa realidad del infante armado en varios rincones del mundo. A continuación, el vocalista y guitarrista Pulpul saludaba con la gente y animado por el volumen de la audiencia empezó a tocar los primeros acordes de Crimen Sollicitacionis. De inmediato saltó Pipi, el showman del grupo, disfrazado con una túnica de cardenal y una máscara de diablo.
Tras esa explosión que denuncia crímenes de la iglesia, el baile con discurso continuó. Pulpul rezaba que aparte de poner el dedo en la llaga del sistema también son defensores de los derechos de los animales.
La retórica dio tiempo a Pipi para vestirse de torero para el tema Abolición. En su espalda descansaba el sustantivo anglo ‘killer’ y en las primeras filas el júbilo era tal que los personeros de seguridad no dejaban de ayudar a personas con falta de aire.
Más tarde llegó el turno del hit Cannabis. Los maderos de los graderíos retumbaban con cada salto al ritmo de las trompetas de Gary y Txikitin. Por cierto, pese a la usual y molesta reverberación del local, el sonido fue tolerable.
En un coro al unísono sonaron así temas como E.T.T.’s, Solamente por pensar, Se acabó, Ska-pa, Mis colegas y Romero el madero.
Entonces el discurso político se hizo más fuerte desde la voz de Pulpul. “Los medios sionistas que controlan el mundo dicen que en Oriente Medio hay una guerra. Cómo será una guerra entre un estado militar con tecnología de punta frente a un pueblo indefenso.
Eso es un genocidio; una carnicería. Nosotros no nos cansaremos de decir a todos los lugares del mundo la verdad ¡Viva Palestina libre!”, dijo y así empezó el tema Intifada.
Tal estilo volvió antes de la canción El Libertador (con vivas a Chávez y a Correa), Mestizaje (en donde se propone terminar con el racismo) y con su obra de culto El vals del obrero, que fue bailado tanto por la gran mayoría de locales como ciertos grupos de extranjeros con facciones anglosajonas.
Luego de una salida falsa y de recoger un sostén morado y una bandera del Ecuador que llegaron desde el público, Ska-P terminó su set con temas como El hombre resaka baila ska y El gato López.
Al final, cuando el coro del Vals del obrero se repetía gritando ‘resistencia’, una camada de personas entró en estampida al Ágora. Algunos no lo lograron al ser controlados por la policía, que extrañamente había sido parodiada por Pipi vistiendo un traje de gorila y ejerciendo el mismo acto del toletazo sobre el escenario.
Así se despidio Ska-P de Ecuador al final, con un tema de Emir Kusturica sonando en los altoparlantes mientras se despojaban de sus prendas y agradecían a los presentes.
En las afueras, los hombres del tolete perdían la paciencia ante las provocaciones de pequeños grupos, golpeando sin discriminar hombres y mujeres que solo tenían como arma la actitud punk… y las ganas de bailar.