Soy vecino del valle de Tumbaco y trabajo en Quito. Todos los días de la semana sufro el pesado tráfico y el estrés que provocan los largos viajes de ida y venida. Desde diciembre, con la inauguración parcial del primer tramo de la Ruta Viva, he visto reducido el tiempo de viaje significativamente, lo cual se agradece. Sin embargo, tengo sentimientos encontrados, por un lado la satisfacción del ahorro de tiempo y, por otro, la impotencia que siento al ver el abandono de los parterres y redondeles, y la cantidad de basura que se acumula en las cunetas. No entiendo cómo pueden las autoridades de la ciudad permitir que obras tan emblemáticas como la Ruta Viva se vean tan deterioradas a poco más de cuatro meses de su inauguración y no tengan un adecuado mantenimiento. Invito a que la dirección de este Diario envíe a un reportero a que constate el lamentable estado de los tres redondeles del escalón de Lumbisí, llenos de basura, invadidos por malezas y con la vegetación ornamental en mal estado. Espero que la nueva administración municipal se preocupe más por el ornato y mantenimiento de la ciudad de lo que lo hizo la saliente.