Un seguidor de la presidenta Dima Rousseff. Foto: Evaristo Sa / AFP
Incertidumbre y suspenso absoluto hasta el último minuto. Después de una dramática campaña que alteró el escenario político, los brasileños irán hoy, 5 de octubre, a las urnas para elegir a su próximo gobierno en medio de nuevas encuestas que ayer resaltaron la volatilidad del electorado y abrieron la posibilidad de un final con sorpresas.
¿Conseguirá la presidenta Dilma Rousseff ganar en primera vuelta? ¿Logrará el senador socialdemócrata Aécio Neves superar a la ecologista Marina Silva, que fue la sensación de estos comicios, y pasar a competir en el ballottage, el 26 de octubre?
Los tres principales candidatos al Palacio del Planalto buscaron ayer fortalecer sus posiciones en una pelea codo a codo, en las calles e Internet, por los votos de los indecisos como para no dejar librada al azar la respuesta a estos interrogantes. Los sondeos divulgados por la tarde confirmaron que Rousseff goza de una amplia ventaja para extender los 12 años de hegemonía del Partido de los Trabajadores: 46% de los votos válidos según Ibope, 44% de acuerdo con Datafolha, y podría alzarse como vencedora total si llegara al 50% más uno de los sufragios.
Ya el segundo lugar es disputado en el terreno del empate técnico por Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), y Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB), aunque con una clara tendencia alcista del senador frente a la ecologista, en declive: 27% contra 24%, según Ibope; 26% contra 24%, de acuerdo con Datafolha. Este nivel de imprevisibilidad no se repetía desde las elecciones de 1989, las primeras directas desde el fin de la dictadura (1964-1985), cuando Fernando Collor de Mello era el favorito, mientras Luiz Inacio Lula da Silva y Leonel Brizola competían por el segundo puesto.
“Hay que hacer todos los esfuerzos posibles para convencer a la gente de que podemos derrotar a Dilma en el ballottage; somos el partido que mejor estructura tiene para lograrlo”, dijo a LA NACION el arquitecto Bruno Paiva, 34, quien se paseaba por el calçadão de Copacabana con una remera del PSDB y la imagen de Neves.
Ya cerrada el jueves la campaña oficial por radio y televisión, el nerviosismo en estas horas cruciales antes de la elección se notaba en las calles, repletas de personas de cada partido con banderas, afiches y carteles movidos en bicicletas (para no ensuciar las ciudades, en Brasil no se permite que se pegue propaganda en las paredes).
Había imágenes de los candidatos presidenciales, así como de los aspirantes a cubrir los otros cargos que están en juego en estas elecciones en las que votan 142,8 millones del total de 203 millones de brasileños: 27 gobernadores, 27 senadores, 513 diputados, 1059 legisladores estatales y 24 representantes para el Distrito Federal de Brasilia. Un mar de nombres y de cifras.
Como por ley los postulantes no podían organizar ya mítines políticos, realizaron caminatas en todo el país. La presidenta Rousseff, quien concentró sus esfuerzos en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais (segundo mayor distrito electoral del país), antes de viajar a Porto Alegre, Río Grande del Sur, donde hoy votará, evitó expresarse sobre la posibilidad de su victoria en primera vuelta.
“Creo que la elección es para tener todas las posibilidades de participación democrática. Si el elector decide que habrá segunda vuelta, tendré inmensa alegría en participar de ese proceso”, señaló, y aclaró que no tiene preferencia por quién sea su rival, aunque en las filas del PT prefieren que sea Neves.
El candidato socialdemócrata, preferido del empresariado y la clase alta, es el que más contrastes ofrece con la administración petista, que tiene su mayor respaldo en los sectores más bajos gracias a amplios programas sociales. Silva, en cambio, es una antigua correligionaria del PT, ex ministra de Medio Ambiente de Lula, y con una historia de vida y superación fuera de lo común, salida de la más extrema pobreza en la selva amazónica, con un color de piel con el que se puede sentir identificada la mayoría mestiza de Brasil.
Si bien tanto Neves como Silva criticaron con dureza las políticas económicas del actual gobierno, que llevaron a un virtual estancamiento del crecimiento (0,3-0,9% para este año) y un alza de la inflación (6,5%), así como los escándalos de corrupción dentro de la estatal Petrobras, el PT siempre apuntó sus cartuchos propagandísticos contra Silva. La imagen de la líder ambientalista creció mucho durante las masivas protestas del año pasado, en reclamo de mejores servicios públicos y rechazo a los gastos para el Mundial de fútbol.
Muchos manifestantes tomaron como inspiración a Silva y su discurso de “nueva política”, en construcción desde que fue candidata presidencial por el Partido Verde, en 2010. Entonces fue derrotada en primera vuelta por los representantes del PT, Rousseff, y del PSDB, José Serra, pero sorprendió al cosechar un 20% de los votos.
La ecologista volvió a llamar la atención cuando irrumpió en la actual contienda como un tsunami después de la muerte del candidato original del PSB, Eduardo Campos, quien falleció en un accidente aéreo el 13 de agosto, y ella asumió la candidatura. De repente, el proyecto petista de permanecer en el poder se vio seriamente amenazado y el partido no dudó en deconstruir la imagen de Silva hasta el cansancio.
“Estar donde estoy ya es un milagro. ¿Quién aguanta un bombardeo así?”, se preguntó. “Tener al PT y al PSDB con todas sus artillerías unidas contra nosotros no ha sido fácil. Tuvimos un buen combate. Hicimos una campaña limpia y la gente está animadísima. Estoy segura de que estaremos en la segunda vuelta”, afirmó al recorrer varios lugares en el estado de San Pablo, el mayor distrito electoral del país, después de colgar varios mensajes en las redes sociales.
Silva admitió que el PSB no tiene la estructura que poseen el PT y el PSDB, que forman parte de los partidos tradicionales que ella criticó a lo largo de la campaña. Pero señaló de todos modos que fue la “única” candidata que le presentó al país un programa de gobierno y “propuestas” para superar las dificultades económicas.
Neves, por su parte, también estuvo en distintas localidades de Minas Gerais, el estado del que fue dos veces gobernador, donde acusó al gobierno de haber intervenido en el Correo en los últimos días para evitar que su material propagandístico llegase a los potenciales electores.
Al enterarse de que la presidenta Rousseff también se encontraba en el estado, no dudó en atribuir la movida a una estrategia ya pensando en el ballottage. “Probablemente esté asustada. Vamos a la segunda vuelta y a ganar la elección. Ella [Dilma] está percibiendo dónde será la disputa y la pelea será con nosotros”, expresó confiado Aécio.
Dilma, él o Marina, sea quien fuere que gane tendrá un gran desafío: reanimar la economía brasileña.