El transporte público en manos particulares “no tiene componte”, como decía mi abuelita. No han desaparecido las taras que le afectan desde hace más de ochenta años: “Aguantadas” al salir del sitio de control, rodando a 10 km/h y recogiendo gente en cualquier sitio de la calle. Luego, disparados a 80 antes de llegar al otro control y al competir con otro bus que le rebasa y sin parar cuando “son viejos” los que esperan.
Parece de Ripley, pero sucedió el día 10 de este mes, en la mañana: un viejito con bastón hace señas y grita a un bus de la Cooperativa Colectrans en la calle Machala. La ayudante del chofer le dice: –No pares… (el bus no paró a pesar de ir despacio) y al viejito le gritó –-Pare de subir a un bus- Y siguió comentando en voz alta: –No sé cómo los hijos dejan salir a un viejo a la calle y que se suba a un bus.
A dos cuadras estaba otra viejita en la parada y al verla la “azafata” dice: –No pares solo por esa vieja, mejor cierra las puertas. Y no hubiese parado sino se encendía el rojo del semáforo en la esquina de La Florida y la ancianita pudo subirse.
Fue cuando lleno de rabia grité desde mi asiento: –¡Ojalá Uds. no lleguen a viejos!