Con regular frecuencia los noticieros y periódicos llenan sus espacios informativos con el registro de los accidentes de tránsito que suceden en las diferentes calles y carreteras del país. Los principales motivos son muy conocidos: exceso de velocidad, consumo de licor, impericia e imprudencia y distracción, entre otros.
No obstante, más allá de las causas puntuales, en muchos casos hay un denominador común que las origina y es la sobreestimación del conductor. Hay quienes creen equivocadamente que pueden hacer otras tareas mientras manejan, sin que ellas comprometan su seguridad, la de sus ocupantes y de los demás usuarios de las vías.
También hay los que piensan que nadie maneja mejor que ellos y que esa ‘cualidad’ les da carta abierta para imponer su particular estilo de la manera y en el lugar que estimen convenientes.
Nada más alejado de la realidad que aquello. Una sociedad que quiera corregir sus debilidades solo puede hacerlo sobre la base del respeto y la consideración entre sus miembros, que a la vez representa el inicio de la búsqueda del bien común. Y en esa materia los ecuatorianos aún tenemos un largo camino por recorrer.