Diego Montenegro. Editor de Ecuador
El Consejo Nacional Electoral no destinó recursos para promocionar a los candidatos a las vocalías de las juntas parroquiales. Eso puede tener dos lecturas.
La una, que la entidad entendió que cuando se trata de procesos electorales, hay que aplicar la ley de la austeridad, en la medida de lo que se pueda. De ser así, cabe una pregunta: ¿por qué no se aplicó la misma ley para los candidatos a las otras dignidades?
La segunda lectura es que el Consejo se metió en la corriente esa de restar importancia a las parroquias.
Históricamente, estas jurisdicciones son relegadas y marginadas, en cuanto a ejecución de obra pública y a toma de decisiones a escala cantonal y provincial.
Para comprobarlo, solo basta con recorrer por algunas de ellas. La falta de servicios básicos, vías en mal estado, escasas fuentes de empleo son los problemas más recurrentes.
La desatención también es un error histórico. Eso, porque en estas jurisdicciones aún se puede encontrar ese sentido comunitario que se perdió totalmente en las ciudades. Me refiero a las mingas y a toda esa predisposición de los vecinos para acatar las órdenes de las autoridades.
La disciplina y la cooperación pueden ser potenciales para abaratar costos en la ejecución de obras y para impulsar proyectos sostenibles.
En los últimos años se ha hablado mucho de integración, pero ni siquiera hemos sido capaces de integrar de manera sólida al desarrollo a esos importantes emporios productivos. Hay que repensar su importancia, no solo por justicia, también por estrategia.