Redacción Espectáculo
Al verlos cantando los hits del momento, sus fans entran a un estado de euforia extrema. Quizá por eso cada vez hay más campañas de solidaridad y concienciación que incluyen la voz de músicos famosos, como valor agregado. Un mensaje por la ecología, los derechos humanos, la inclusión de minorías en la voz de un artista llega con más fuerza que si el portavoz es un político o un miembro de una fundación.
Che Vera, mánager de gente como La Grupa o Fausto Miño, considera que “los artistas siempre han sido voceros de lo que le pasa a la gente. De alguna manera siempre están vinculados a las causas sociales porque su sensibilidad los obliga. Y no solo hablo de los cantantes, sino de la gente de teatro, los pintores, los escultores o los escritores”.
Aunque muchos piensen que se trata de marketing, él lo descarta. “Si el artista hace esto pensando en la retribución que puede tener está equivocado y está traicionando su razón de ser. No creo en eso, no lo apoyo”, dice.
En eso coincide Juan Fernando Velasco, quien es parte del Observatorio de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, y fue nombrado Embajador de la paz y la ternura por la Plataforma Latinoamericana de Derechos Humanos. Además, creó la Fundación Yo nací aquí, que ayer inauguró junto con otras entidades el Proyecto Musical Cayambi, para niños de escuelas unidocentes de la parroquia Juan Montalvo, de Cayambe, en Pichincha.
Al hablar sobre la huella que estas actividades pueden dejar a su carrera es enfático: “Nunca he pensado en la Fundación para que mi carrera sienta el impacto.
Sin duda la Fundación me da más exposición, pero no es que la necesite, aunque suene pesado. Voy a los medios porque saco discos, hago giras…”.
Juan Fernando se dio cuenta del potencial que su imagen tiene para ayudar. “Es una responsabilidad con mi país. Quiero retribuir en algo todo lo que me ha dado y usar mi imagen no solo para publicitar productos y marcas y hacer dinero. Entrego mi imagen a la Fundación, y no pienso en un beneficio para mí”.
Otros como Fausto Miño han asumido nuevos retos. El 8 de junio, el presidente Rafael Correa, lo nombró Embajador Tod@s somos migrantes, de la Secretaría Nacional del Migrante. Le entregó un pasaporte de ciudadano universal, que Fausto ya estrenó.
Esa semana fue a España, donde presentó su disco ‘Yo soy’. Pero además visitó a la ecuatoriana Mónica Llumiquinga, quien fue víctima de un ataque xenofóbico junto a su familia. Miño le entregó flores a nombre del país entero pero asegura que eso no será lo único que hará por ella y por los compatriotas fuera del país.
“Voy a conocer asociaciones de emigrantes cada vez que vaya a al extranjero, a saber quiénes son ellos, qué piensan, qué sienten. Cuando ya seamos amigos, sabré sus necesidades y hasta dónde mis contactos pueden ayudar a aliviarlos. Ellos te guían, pero tú tienes que dar el primer paso”.
Fausto ha hecho labor social, pero él y su mánager prefieren no publicarlo. ‘Che’ Vera dice que los medios quieren acompañar a Fausto, pero él se niega. Miño cuenta que su interés por acercarse a quienes lo necesitan no se derivó de su éxito. “El músico y el solidario son el mismo ‘man’. No es una estrategia mercadotécnica. Es la vida real”.
Es sensible por su origen humilde. Su familia materna cosechaba café y cacao y esa es la parte de su identidad que más valora. “Si la gente percibe esa sensibilidad, te quiere. Al final del día, sea por la música o por lo que das a tu sociedad, generas amor. Por eso compran una entrada, un disco o te dan un abrazo bacán”.