Redacción Siete Días
Las ciudades ‘verdes’ del planeta, como Reikiavik (Islandia), Portland (Estados Unidos) o Curitiba (Brasil), no tienen ese rótulo solo por la cantidad de árboles en sus calles.
Son ‘verdes’ porque cumplen una serie de requisitos, entre ellos, haber eliminado la contaminación sonora y así, ayudar a sus ciudadanos a vivir mejor.
La contaminación sonora quizás es una de las que menos se habla, frente a los problemas ambientales y de contaminación visual. Pero es igual de nociva para el ser humano.
Por eso Reikiavik, por ejemplo, en su carrera por convertirse en la ciudad más limpia de Europa, está renunciando a los buses bulliciosos y los cambió por transporte movido por hidrógeno.
Portland tiene un sistema de tren ligero, buses y carriles exclusivos para ciclistas, en un intento de que menos autos circulen por la ciudad, consiguiendo así menos tráfico y menos ruido.
En Brasil, Curitiba tiene un buen sistema de transporte público y, para evitar los 100 decibeles que emite una cortadora de césped, pues hay rebaños ‘municipales’ encargados de recortar el pasto de las áreas verdes públicas, según la revista Grist, especializada en temas ambientales.
Otras ciudades, como México, están tratando de combatir el problema. Ahí se hicieron mediciones sobre cuántos decibeles se alcanzaban en un vagón del metro y se supo que, en horas pico, superan los 100 decibeles. Por eso, el gobierno de la ciudad impuso multas y penas de cárcel a las personas que rebasen los 65 decibeles entre las 06:00 y las 20:00.
Para disminuir la contaminación sonora en las ciudades, hay que disminuir el ruido de sirenas innecesarias en las calles y hacer que motos, autos, buses y maquinaria pesada pasen por un examen de ruido.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala, en su página web, que en planeta hay unos 130 millones de personas expuestas a niveles de ruido de más de 65 decibeles y que otros 300 millones viven en lugares donde los sonidos generan incomodidad. Para la OMS, el límite de tolerancia es de 65 decibeles. Y se recomiendan más de 16 horas de reposo para que el oído se recupere después de dos horas dentro de una discoteca.
El oído interno, donde se percibe el sonido, tiene un número limitado de células. Esas células, cuando se destruyen, no se reponen. Es decir, con la muerte de cada una se pierde capacidad auditiva y es casi imposible recuperarla.
El traslado de los aeropuertos lejos de áreas urbanas responde a la necesidad de descontaminar a las ciudades. Una persona sin protección en los oídos que esté a 25 metros del lugar donde despega un avión, puede soportar hasta 150 decibeles y sufrir la rotura del tímpano.
El año pasado, el presidente del Consejo de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), Roberto Kebeh, afirmó que en los últimos años ha habido un cambio importante en lo que respecta a la contaminación acústica de los aviones, que “prácticamente ya no existe”. El hecho, registrado por el diario chileno El Mercurio, “Ahora los problemas medioambientales de la aviación mundial no están enfocados en el ruido sino que en las emisiones”, puntualizó Kebeh.
Según él, hay una resolución respecto del ruido de la mitigación de los problemas medioambientales causados por los aviones, “que ha sido adoptada por todos los Estados y todos trabajan en torno a esa iniciativa”.
La supervisión de que esta norma se lleve a cabo en su plenitud es responsabilidad de los 190 Estados contratantes de la Organización y subrayó que desde 1968 la OACI combate el ruido en los aeropuertos.
“Por ejemplo, las autoridades tienen como obligación preservar los terrenos baldíos alrededor de los aeropuertos, de manera que la población no se vea afectada por el ruido de las aeronaves”.
Es una obligación de las autoridades impedir que haya asentamientos humanos en los alrededores de los aeropuertos. Aun así, en el caso de los aeropuertos pequeños, que están dentro de ciudades, es difícil una reubicación.
No se necesita vivir junto a la pista de despegue para sufrir por la contaminación acústica. También puede tener una disminución en la audición alguien que trabaje por años en un lugar sometido a ruidos de unos 90 decibeles, como puede ser el caso de un policía de tránsito destinado a regular una zona de alto tráfico,